Vaya, vaya: representantes de las víctimas y de sus supuestos verdugos coordinando movimientos. Minutos después de la comparecencia como testigos de tres etarras en el juicio del 11-M, dos abogados acusadores y uno de la defensa repasan, en un restaurante, su estrategia común. "Tú que te conoces mejor el sumario, ¿puedes hacer esta pregunta mañana?", propone Manuela Rubio, acusadora de la AVT, a José Luis Abascal, defensor de dos presuntos terroristas, Jamal Zugam y Basel Gahlyun. La respuesta es imperceptible entre el ruido de los cubiertos. Lo siguiente que se escucha es la risotada de otro letrado de la AVT, Juan Carlos Rodríguez, y su frase: "Ahora dirán otra vez que la teoría de la conspiración ha muerto".

La fábula de la conspiración etarra es una hipótesis moribunda, pero ayer demostró que estaba lo suficiente viva como para levantarse y precipitarse luego al ridículo. "Se olvidó venir a esta payasada con nariz roja y zapatones", ironizó en los pasillos el letrado Gonzalo Boyé, de la acusación particular. "Ya solo les queda citar a Chiquito", masculló una víctima al final de la sesión matinal. Ayer, ni los etarras pudieron aguantarse la risa. Y no era su risa chulesca, sino perpleja ante preguntas como: "¿Señor Irkus Badillo, ha viajado usted alguna vez a Irak?" "¿Señor Henry Parot, ETA ha entrenado en campos de Hezbolá?"

¿Era este el gran día de los conspiranoides ? ¿Qué esperaban oír de labios de los etarras citados por ellos mismos? ¿Buscaban aclarar algo de la manida verdad o solo carnaza para alimentar titulares incendiarios, mentes freakies y tertulias fundamentalistas ? Si los etarras niegan toda relación con la yihad y el exdirector general de la policía del PP, Agustín Díaz de Mera, tira la piedra y esconde la mano, habla en la radio y calla ante el juez, ¿de dónde esperan sacar las pruebas?

Está claro de dónde. Ayer declaró como testigo Carolina Folgueira, quien aseguró haberse topado con los etarras Harriet Aguirre, Maite Aranalde y Josune Oña. Fue el 12-M, en el metro, cuando iba a la manifestación Contra el terrorismo y con la Constitución, organizada por el PP y con el dedo acusador dirigido a ETA. La testigo recuerda que la mujer que creyó identificar como la etarra Oña se rió al ver su lazo negro de duelo. Luego, la vio preguntar algo a un policía local. Otro testigo dijo hace unos días haber visto a la etarra el mismo 11-M, también en el metro, y se fijó en ella porque intervino para calmar a los viajeros que recriminaban a unos músicos por seguir tocando y no respetar el duelo.

Una etarra boba

¿Qué hacía Josune Oña en el metro el mismo día y al día siguiente del atentado llamando la atención? ¿Es que los etarras son bobos? ¿Por qué todavía algunos no quieren creer que ETA negó el 12-M su participación en el atentado? ¿Por qué no aceptan la evidencia de que la relación entre el terrorismo vasco y el islamista está pespunteada con el embuste? ¿No es suficiente la explicación de que los ejemplares de los diarios Gara y Berria, hallados en las celdas de yihadistas en las prisiones de Zaragoza y Córdoba, simplemente se usaran como manteles?

Todo vale para establecer relaciones con el terrorismo vasco. Y ahora que se agotan las vías, lo mismo caen en la cuenta de que las palabras que más aparecen en el sumario son furgon-ETA, prof-ETA y tarj-ETA. Menudo filón. Quizás sea el único que les quede ahora que saben que Parot no facilitó la fórmula secreta de la cloratita al fundamentalista Abdelkrim Bensmail, ni viceversa.