La pesadilla de ETA celebró ayer su medio siglo de terror haciendo estallar de noche cerrada una furgoneta bomba estacionada en la parte trasera de la casa cuartel de la Guardia Civil de Burgos. Eran las cuatro y un minuto de la madrugada. Ajenos al salvajismo etarra, 73 adultos y 41 niños dormían en el recinto cuando la onda expansiva los arrancó de sus camas bajo una lluvia de cristales rotos y cascotes. Dos horas después, cuando los primeros rayos descubrieron lo que quedaba de la fachada del edificio con los pisos de sus 14 plantas al descubierto, costaba creer que ninguna de las 65 personas que recibieron asistencia médica resultara herida de gravedad y que la mayoría apenas tuvieran rasguños, contusiones, cortes de cristales y crisis de ansiedad por el terror vivido durante los primeros minutos. La hija del guía canino del cuartel fue la última víctima que recibió el alta, a primera hora de la tarde.

Anoche, los restos de la furgoneta utilizada por los terroristas, una Mercedes Vito de color blanco robada la semana pasada en Francia y con matrículas copiadas de un vehículo igual propiedad de un vecino de la zona, y el poco explosivo recuperado que no resultó dañado por el posterior incendio todavía no habían sido trasladados a las dependencias de la Guardia Civil en Madrid, para ser analizados.

TRES INDIVIDUOS Por eso, al cierre de esta edición era prematuro concretar el explosivo y el material utilizado. Pero por el olor, la onda expansiva, los daños y el cráter que provocó la detonación, de siete metros de diámetro y más de metro y medio de profundidad, algunas fuentes de la lucha antiterrorista se aventuraron a señalar que ETA utilizó 400 kilos de amonitol.

Las cámaras de seguridad que controlan el perímetro del cuartel grabaron el momento en que dos individuos estacionaron la furgoneta, poco después de las dos de la tarde del martes, en el descampado que hay detrás del edificio y tras dar varias vueltas. Tras aparcar, los dos hombres bajaron del vehículo y se dirigieron a un segundo coche conducido por otro hombre, con el que los tres abandonaron la zona.Sobre las diez de la noche de ayer, los guardias civiles responsables de la seguridad del edificio comprobaron la matrícula de la furgoneta blanca estacionada. Un procedimiento habitual con todos los vehículos que se aparcan en los perímetros de seguridad de las casas cuartel. La matrícula pertenecía a una furgoneta propiedad de un vecino de la zona y no le dieron más importancia. Siete horas después, la furgoneta saltó por los aires y sembró el terror entre los guardias civiles, sus familias, y los vecinos de las casas colindantes al cuartel, también dañadas por la onda expansiva. Algunos restos de la furgoneta fueron encontrados a más de 200 metros del lugar en el que la carga explotó, activada por un temporizador.

ACOSO POLICIAL Como en los anteriores atentados de ETA contra las casas cuartel de la Guardia Civil, los etarras tampoco avisaron esta vez de sus salvajes intenciones. A los responsables de Interior no les sorprendió el atentado, que se esperaba tras la campaña policial intensificada tras el asesinato del inspector del Cuerpo Nacional de la Policía, Eduardo Puelles, el pasado 19 de junio en Bilbao, pero sí es cierto que no podían prever una salvajada de esta magnitud.

La reciente detención en Francia de la dirigente de la cúpula militar de ETA, Itziar Plaza, junto a los huidos del comando Vizcaya Asier Borrero e Iurgi Garitagoitia, permitió a los responsables de la lucha antiterrorista confirmar la sospecha de que la banda preparaba una "atentado espectacular" para este verano.

El análisis de la documentación intervenida aconsejó volver a comunicar a todos los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado que debían extremar la alerta. De hecho, la semana pasada, ETA robó en el sur de Francia tres furgonetas: la utilizada en Burgos, una Kangoo blanca y una Citröen Berlingo. Es probable que la banda intente usar estas dos últimas en los próximos días para atentar.

El atentado de ayer no ha hecho variar el pronóstico que los responsables de la lucha antiterrorista realizan en los últimos tiempos de la banda: está aislada, debilitada y sobrevive con adolescentes no fichados a las órdenes de unos jefes recién nombrados y con escasa trayectoria en ETA. Solo dispone de un comando activo, el que asesinó a Puelles, y que con probabilidad se desplazó a Burgos con la idea de matar. Por suerte, esta vez no lo consiguieron.