El único factor sobre el que ningún partido en el País Vasco se atreve a hacer elucubraciones es la eventual intromisión de ETA en la campaña electoral. En la convocatoria del 2001, a la tensión política se unieron los atentados de la banda, que asesinó al presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad, y que, 33 horas antes de la apertura de las urnas, hizo estallar un coche bomba en Madrid, causando ocho heridos.

Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, reconoció tras aquellas elecciones que los atentados de ETA habían podido influir en la pérdida de escaños de su partido, que se presentaba bajo las siglas de Euskal Herritarrok (EH). La coalición aberzale obtuvo siete escaños, frente a los 14 de 1998.

ETA está ahora diezmada por los golpes policiales, sobre todo tras la caída de su jefe político, Mikel Antza, pero la mayoría de dirigentes vascos temen que ETA intervenga en la campaña con un atentado o con algún comunicado que condicione el debate político.