El juez Juan del Olmo dejó ayer en libertad sin fianza al sirio Safwan Sabagh, detenido el pasado viernes en Valencia por su supuesta implicación en los atentados del 11-M en Madrid, ya que la policía no ha podido establecer si tuvo relación con los ataques.

Huellas de Sabagh aparecieron en un Corán en el piso de Leganés donde se suicidaron siete terroristas en abril, pero el sirio ha argumentado que son de 1998 y que se han conservado seis años porque suele impregnarse los dedos de grasa al regentar un asador de pollos.

SOSPECHAS Sabagh fue arrestado después de que la policía científica identificara una de sus huellas en un Corán en la casa de Leganés. El detenido explicó al juez que envió ese libro sagrado en 1998 al argelino Allekema Lamari, entonces preso por pertenencia al GIA (Grupo Islámico Armado). La policía sospecha que Lamari es el séptimo suicida de Leganés, cuyos restos no pudieron ser identificados.

El sirio explicó, en esa comparecencia, que su huella estaba manchada con grasa, ya que regentaba un asador de pollos. La policía todavía no ha podido verificar la veracidad de esa coartada. Además, los agentes tampoco han podido aportar al juzgado nuevos elementos que le vinculen con los atentados terroristas del 11-M en Madrid.

Asimismo, la policía no ha conseguido establecer que el sirio mantuviera contacto alguno con los autores de la masacre, a pesar de que sus números de telefóno aparecieran en unas anotaciones en el vehículo localizado en la población madrileña de Alcalá de Henares el pasado 16 de junio. El detenido ha explicado que facilitó esos números a Lamari.

Fuentes judiciales aclararon ayer que el imán Abdelkrim Beghdali, detenido también el pasado viernes, no tuvo contacto con Lamari, en contra de las informaciones facilitadas el pasado lunes tras su declaración judicial. Además, el detenido justificó la presencia de sus huellas digitales en otro libro sagrado localizado en Leganés por su cargo, ya que toca esos textos en las mezquitas que visita.

LA TRAMA DE LA DINAMITA El juez interrogó otra vez ayer al confidente de la Guardia Civil Rafá Zuher, que reiteró que en febrero del 2003 informó a sus contactos de la trama de los explosivos. Pero no les comunicó que el material se iba a usar en la masacre de Madrid. Zuher dijo que en octubre del 2002 manipuló un detonador que le dio el exminero asturiano José Emilio Suárez Trashorras, y que le estalló en las manos. No obstante, ese accidente consta en el parte del médico del Hospital San Carlos de Madrid que le atendió ese día porque había sido apuñalado en un brazo.

Zuher está preso desde el pasado 18 de marzo como colaborador del 11-M. El juez le acusa de poner en contacto a Jamal Ahmidan, El Chino , con el exminero para lograr el explosivo.