El presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, afrontó ayer una hiperactiva agenda de reuniones con los líderes de los partidos catalanes para evitar que en septiembre, más que pactar el Estatuto, la principal tarea a resolver sea recomponer los pedazos del tripartito. La crisis surgió el martes cuando los socialistas avisaron de que votarán no si el texto invoca, como pretenden ERC y CiU, los derechos históricos catalanes para pedir nuevas competencias. La discrepancia entre el PSC y sus socios de ERC abrió una crisis que Maragall intentó en vano cerrar reuniéndose dos veces con Josep Lluís Carod-Rovira. Este reiteró el "carácter irrenunciable" de los derechos históricos". En la polémica también terció el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, que juzgó "pintoresco" remontarse al año 1700 pra reivindicar competencias actuales como el control de los aeropuertos.

En mitad de ese contexto, la única entrevista no improvisada fue la que Maragall mantuvo con el líder de CiU, Artur Mas. Este le expuso cinco condiciones para apoyar el Estatuto, entre las que destacan un sistema de financiación como el concierto económico vasco.