Aningún dirigente del PP se le escapa que el discurso que pronuncie José María Aznar en el 16º congreso del PP, que se celebra la próxima semana en Valencia, acaparará toda la atención de los asistentes. Los compromisarios quieren escuchar qué tiene que decir el expresidente en estos tiempos de división interna. Los colaboradores de Mariano Rajoy, por su lado, admiten que existe inquietud por el tono que pueda tener esa alocución y su posible influencia en las bases de la organización.

Tampoco ocultan que la intervención podría ser más o menos relevante en función de si se produce antes o después de la votación de la candidatura de Rajoy: el sábado por la tarde en el primer supuesto, el domingo por la mañana, en el segundo. ¿Podría cambiar el resultado de esa votación un discurso crítico de Aznar? En principio sería difícil, puesto que parece que solo habrá una candidatura sometida a votación, la de Rajoy. Pero sus opositores en el PP ya apuntan que el voto en blanco será interpretado como un no al proyecto del aspirante a la reelección.

Esos interrogantes, sumados a una supuesta dificultad para coordinar las agendas, han supuesto que el discurso de Aznar aún no cuente con un hueco definido en el programa del congreso. Hasta ayer, ni Rajoy ni el responsable de organizar el cónclave, el murciano Ramón Luis Valcárcel, se habían puesto en contacto con el expresidente.

Hace semanas, la presidenta del PP vasco, María San Gil, reconoció que ya no confiaba en Rajoy ni en sus intenciones, y que abandonaba su cargo. José Antonio Ortega Lara seguía sus pasos. El conflicto no gustó a Aznar, que mandó un mensaje a su sucesor a través de la prensa: le hacía llegar su "profundo disgusto" por el cariz que estaba tomando la crisis popular.

Además, abogó por una defensa "sin complejos" de los principios del PP, en el momento en que se achacaba a Rajoy una renuncia a los valores del partido. Todo eso hace temer a parte de la dirección que, como mínimo, Aznar dedique un tirón de orejas a su delfín. Y dudan de si, de paso, hará lo propio con los disidentes que han aireado sus discrepancias con Rajoy.