La crisis interna del PP ha alcanzado tales dimensiones que ya se ventila hasta en los actos contra ETA, habitualmente reservados a atacar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La inauguración, ayer en Madrid, de un monumento a las víctimas del terrorismo se convirtió en un nuevo capítulo de la guerra de poder que sacude al principal partido de la oposición. En el acto, rebosante de banderas de España y seguido por algunos centenares de personas, se escucharon vítores a la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, y a la líder del PP vasco, María San Gil, y abucheos al alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón.

Durante la ceremonia, Aguirre pidió explicaciones al presidente fundador del partido, Manuel Fraga, por unas declaraciones a la revista Tiempo en las que afirmaba que Gallardón tiene "condiciones excepcionales y no ha creado problemas en ningún momento", y añadía: "No puede decirse lo mismo de la señora Aguirre, que está tan convencida de sus ideas y de su valía que sí que en algún momento ha llevado problemas". Según diversas fuentes, Aguirre dijo a Fraga: "Luego me explicas qué problemas causo yo al partido". El expresidente de la Xunta, que llegó al acto junto a Gallardón, miró hacia otro lado y no respondió a la presidenta de la comunidad.

PUÑALADAS Este nuevo episodio de la refriega conservadora se produjo tras una semana intensa de alfilerazos y puñaladas entre algunos de los principales actores de la obra de descomposición del PP. El jueves pasado, en la fiesta madrileña de San Isidro, el líder del partido, Mariano Rajoy, departió largo rato y escenificó buena sintonía con Gallardón, circunstancia que utilizó al día siguiente el número dos del alcalde, Manuel Cobo, para alardear de poder ante el bando de Aguirre. Por otro lado, San Gil abría a comienzos de semana un nuevo frente contra Rajoy, al cuestionar su compromiso frente a los nacionalistas.

En este clima de alta tensión se inauguró ayer --con la notoria ausencia del líder del PP--, el monumento a las víctimas en la plaza de la República Dominicana, donde ETA asesinó a 12 guardias civiles hace 22 años. La obra, una figura que representa la libertad y porta la bandera española, fue sufragada por cuestación a instancias de la fundación Defensa de la Nación Española (Denaes), que preside el popular Santiago Abascal. Entre los asistentes se hallaban la delegada madrileña de Medio Ambiente, Ana Botella, y los diputados populares Ignacio Astarloa, Rafael Hernando y Alejandro Ballesteros.

El presidente del Foro Ermua, Iñaki Ezquerra, proclamó: "Ojalá tuviéramos a Esperanza Aguirre en el País Vasco como lendakari". "Esperanza, presidenta", coreó el público. Algunos asistentes le pidieron que funde un nuevo partido que no "traicione los valores" del PP. La líder madrileña intentó tranquilizar a las masas asegurando que "todo saldrá adelante". Cuando otro interviniente, el presidente de la Asociación de Víctimas del terrorismo (AVT), Juan Antonio Casquero, agradeció al alcalde de Madrid la cesión del espacio para el monumento, un ruidoso abucheo remachó sus palabras.

Los ataques al Gobierno corrieron a cuenta del presidente de Denaes, que acusó a Zapatero de haber "pactado" con ETA, "mentido" a los españoles y propinado una "bofetada" a las víctimas con el trato al etarra José Ignacio de Juana Chaos durante el frustrado proceso de paz con la banda. Tras los discursos se descubrió una placa en honor a las víctimas, un sacerdote bendijo el monumento y sonaron los acordes del himno de España.