El camino hacia la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero empieza a despejarse. La próxima semana José Blanco, número dos del PSOE, contactará con todos los grupos para recabar apoyos. Según fuentes socialistas, Blanco trasladará idéntica oferta al PNV (seis diputados), al BNG (dos) y, sin grandes esperanzas, a CiU (diez): un "pacto estable no excluyente" que les permita influir en el programa de investidura y deje libertad al PSOE para negociar con los restantes grupos durante la legislatura.

Con CiU a la expectativa, remisa a pactar de entrada, Zapatero ha ordenado a Blanco que selle un acuerdo de investidura con los nacionalistas vascos y gallegos. Con la federación catalana, vaticina el PSOE, se hará camino al andar. El objetivo lo sintetizó ayer el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba: es bueno proveerse de apoyos "preferentes" para "tener claro quiénes son los aliados". El presidente, de vacaciones en Doñana pero con el móvil conectado, ya charló hace días con el jefe de filas de CiU en Madrid, Josep Antoni Duran Lleida, quien le anunció que, con toda probabilidad, su grupo se abstendrá en la sesión de investidura del Congreso, la segunda semana de abril.

"¡Manos libres¡", clamó ayer el líder de CiU, Artur Mas. Ni imprescindibles ni decisivos, los nacionalistas catalanes, recelosos de Zapatero, saben que tienen un papel a jugar en Madrid, pero no quieren atarse de pies y manos al PSOE hasta que se desvelen algunas incógnitas: el congreso de ERC en junio, y sus eventuales efectos sobre la estabilidad del tripartito; y el cónclave de Convergència Democràtica en julio, donde soberanistas y pragmáticos medirán sus fuerzas. Mas y Duran necesitan más tiempo. Y Zapatero está dispuesto a concedérselo.

DOBLE OBJETIVO Entre tanto, el PSOE enfoca sus prismáticos hacia Galicia y Euskadi. Lograr el apoyo de los diputados del BNG, que controla la Xunta con los socialistas, es pan comido, y el giro moderado emprendido por el líder del PNV, Iñigo Urkullu, alimenta en el Gobierno la esperanza de matar dos pájaros de un tiro: de un lado, asegurar la investidura de Zapatero y blindar la estabilidad parlamentaria en Madrid; del otro, desactivar el referendo ilegal de Juan José Ibarretxe y allanar el camino para una futura alianza con los nacionalistas en Euskadi, con un lendakari distinto. En su retiro estadounidense, el dimitido Josu Jon Imaz espera su turno.

Paradójicamente, Cataluña, que el 9-M dio la victoria a Zapatero, es percibida en la Moncloa como potencial fuente de problemas. El PSOE interpreta que las sacudidas del Estatuto catalán le han pasado más factura en las urnas que el frustrado diálogo con ETA. "Lo comido por lo servido", concluyen los socialistas.