Todos los miembros de la familia de Jordi Pujol fueron convocados a las cuatro de la tarde del viernes en la estación de Sants de Barcelona. Iban a celebrar el 80º cumpleaños del patriarca: los cumple mañana. Al final, 30 miembros de la familia --faltaron dos nietas-- cogieron el tren en dirección a Tarragona. Pasaron el fin de semana en el Maestrat y el Matarranya. El viernes durmieron en Benicarló y el sábado en Horta de Sant Joan. Y transitaron, en parte en bicicleta, por Peñíscola, Morella, Arnes y Valderoures. Esta será la principal celebración del aniversario.

El expresidente de la Generalitat ha renunciado a tres homenajes, uno de ellos del actual Gobierno catalán, para no incomodar a Artur Mas. Si se pregunta a CDC, y a Unió, sobre la ausencia de celebraciones, la respuesta es rotunda. No se hace nada porque Pujol no quiere. Y no porque Mas se lo pidiera directamente, ni se lo exigiera. Según testigos, bastó con que el actual líder convergente hiciera saber de un modo diplomático a su antecesor que no era el momento.

A Mas le costó mucho hacerse un sitio al margen de Pujol. Sus siete años en la oposición le han ayudado. A estas alturas, ya se ha distanciado de sus mayores.