El debate que se celebró ayer en el Congreso no pasará a la historia del parlamentarismo español por haber aportado grandes soluciones a una de las crisis más virulentas de los últimos años. Tampoco será recordado, seguramente, por la extrema brillantez de sus oradores ni por la confrontación de modelos ideológicos: lo que se vio en la Cámara baja fue a un presidente del Gobierno que salvó el tipo por la mínima gracias, principalmente, a un líder de la oposición que criticó sin piedad, pero sin mostrar alternativa o favorecer acuerdos. Es más, la propuesta estrella de Mariano Rajoy para deslumbrar en un pleno sobre economía consistió, ni más ni menos, que en sugerir a los socialistas que se deshagan de José Luis Rodríguez Zapatero.

Los ministros y diputados del PSOE rieron la ocurrencia de Rajoy, mientras que el jefe del Ejecutivo le contestó, desde la tribuna, con un reto envenenado: "si tiene valentía y coraje, presente usted una moción de censura". El presidente popular mordió el cebo y terminó por reconocer que, pese a la que está cayendo, los grupos minoritarios siguen sin confiar en él. "Si tuviera los votos y de mí dependiera, tenga la absoluta certeza de que usted no estaría ahí", le dijo a Zapatero. O sea, que Rajoy se mostró, como pretendían los estrategas del PSOE, contrario a los pactos y, a modo de regalo, reconoció su soledad parlamentaria.

PENITENCIA Pero ni los errores cometidos por Rajoy evitaron que este debate supusiera toda una penitencia para Zapatero. Al fin y al cabo, él no tenía demasiado interés en comparecer ante sus señorías ni novedades que vender tras dos semanas nefastas para la economía española. Fue la oposición la que forzó la intervención en la Cámara del presidente, que tiró de datos y previsiones propias para justificar su tesis de que "la situación evoluciona lentamente hacia un menor deterioro". No obstante, en el Gobierno se ha tomado conciencia de que los mensajes ultraoptimistas en tiempos de paro incontrolado enervan a la sociedad y a la oposición, incluidos sus socios parlamentarios. Por eso, Zapatero se esforzó ayer por mostrarse realista (garantizó que no hablará de recuperación verdadera hasta que se cree empleo) y asumió en primera persona las consecuencias de la gestión de la crisis. "Me hago responsable absolutamente de la tasa de paro", que ronda ya el 19%.

Cuando creyó abonado el terreno, el jefe del Ejecutivo incidió en que tiene un plan para mejorar la situación y reprochó al resto de grupos que le acusen de improvisar cuando, según dijo, las líneas maestras de su proyecto fueron explicadas en diciembre, con motivo de la presentación de la ley de economía sostenible. Zapatero negó cualquier giro "a la derecha" en sus propuestas, que se sustentan en un plan de austeridad hasta 2013; la reforma laboral; la de pensiones y un cambio de modelo productivo. Y reclamó a la Cámara que se le critique a él cuanto sea necesario pero que no se ponga en duda la solvencia de las empresas españolas. Dicho esto, Zapatero se arrogó la iniciativa de aprobar futuras reformas con "el mayor acuerdo posible" y sin "condiciones previas", en clara alusión a Rajoy. Anunció la puesta en marcha de una comisión ministerial para conseguir acuerdos económicos, aunque sean puntuales.

El líder popular, por su lado, puso requisitos para pactar: exigió rectificaciones al Gobierno para modificar la ley de estabilidad presupuestaria; atender a pymes y autónomos; acometer una reforma laboral; reducir el gasto público en 10.000 millones y convertir el Plan E en una línea de crédito ICO para pago de facturas pendientes.

"Rectifique señor Zapatero. Si lo hace, ocurrirá lo mismo que en política antiterrorista: que este grupo estará con usted", agregó Rajoy. ¿Y si el jefe del Ejecutivo decide no cambiar?. Entonces "tiene tres alternativas", le espetó al presidente. O rectifica o disuelve las Cortes o el Grupo Socialista asume su "responsabilidad" y le retira el apoyo. En lo que concierne a la oferta de pactos, Rajoy se hizo el remolón cuanto pudo, reiterando que para él, a estas alturas, es prácticamente imposible confiar en Zapatero.