España e Israel anunciaron ayer que ponen "punto final" a su crisis diplomática a cuenta del conflicto de Líbano, aunque un uso correcto de los signos de puntuación aconsejaría más bien un punto y seguido. Porque, si bien José Luis Rodríguez Zapatero negó que las relaciones hispano-israelís estén dañadas, también se reafirmó en sus críticas a la ofensiva militar sobre el Líbano. El presidente rehusó desautorizar al socialista José Blanco --que el lunes acusó a Israel de matar civiles adrede--, pero le convenció para que se reconciliara con el embajador israelí, Víctor Harel, cosa que hizo. La disputa, pues, quedó aparentemente atenuada. Hasta la próxima.

La teoría que Zapatero expuso ayer en León en un encuentro con periodistas puede resumirse de este modo: el Gobierno rechaza todas las expresiones de violencia, sea en forma de bombardeos contra la población libanesa o de cohetes katiuska como los que Hizbulá lanza sobre territorio israelí. Pero la presión diplomática no puede ser la misma en uno y otro caso, pues Israel tiene "un Gobierno democrático" e Hizbulá es una milicia que practica el terrorismo. Por eso sostiene el presidente que el "énfasis" en la condena internacional debe recaer sobre el bando israelí: "Hay que decirles que por ahí no, que se equivocan".

EL PRECEDENTE A partir de aquí, Zapatero traza un paralelismo entre el actual conflicto de Oriente Próximo y los prolegómenos de la guerra de Irak. El jefe del Ejecutivo esgrime sus debates de la época con José María Aznar para recordar que ya advirtió de que una intervención militar ilegal solo llevaría a la zona más radicalidad y más violencia. ¿Cuál ha sido el saldo de esa guerra? "Cien muertos al día en Irak", sentencia el presidente. Las lecciones a extraer, a su juicio, están claras. Pero la comparación también le lleva a concluir que el rechazo social en España a la estrategia israelí es homologable al que suscitó la guerra de Irak. Una razón más para que el Gobierno "levante la voz" contra la matanza de civiles en el Líbano y "sea claro en la defensa de sus principios": "Yo lo considero una obligación".

A partir de aquí, Zapatero considera normal que entre España e Israel haya "declaraciones contradictorias", máxime teniendo en cuenta "lo que está pasando" en el Líbano. Lo que rechaza es que por el mero hecho de criticar a Israel se tache de "antisemita" al Ejecutivo, reproche procedente del PP que juzga "lamentable". Tampoco entiende los ataques que ha recibido por posar con la kefiá --el pañuelo palestino--, una "foto natural" que, dice, volvería a hacerse. Y recordó que Aznar se dejó fotografiar llevando esa prenda "en la cabeza".

Ambiguo sobre el posible envío de tropas españolas al Líbano, Zapatero dio ayer por zanjada la crisis diplomática con Israel sin reconocer que se haya producido. A Blanco no solo no lo desautorizó, sino que aseguró que "el partido habla por su boca", en tanto que secretario de organización. Eso sí, tras charlar con él y gracias a la mediación del ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, el presidente logró que Blanco limara asperezas con el embajador.

APOYO PALESTINO El rifirrafe estalló cuando Blanco denunció, el lunes, que la muerte de civiles en el Líbano es "un objetivo buscado" por el Ejército israelí. Sus palabras, que ayer la representación de la Autoridad Palestina en España tildó de "muy justas" y "muy verdaderas", despertaron las iras del diplomático hebreo, que las calificó de "infamia" y exigió una rectificación. Moratinos llamó el lunes a Harel para aplacarlo y ayer lo hizo Blanco, que acordó con el embajador dar por zanjada la crisis y poner "punto final" a los reproches.