Con firmeza pero sin estridencias. Así pretende afrontar José Luis Rodríguez Zapatero el nuevo envite de Juan José Ibarretxe, aparentemente dispuesto a convocar un referendo ilegal que abra la puerta a la autodeterminación de Euskadi. El presidente no da crédito al órdago del lendakari, pero asume que, a poco más de cinco meses de las generales, su jugada brinda una valiosa baza al PP y a su soniquete de que España se rompe. Zapatero está resuelto a plantar cara a Ibarretxe --siempre sin perder la compostura-- para dejarle claro que su plan está condenado al fracaso, pero también para abortar la ofensiva de un PP empeñado en arrebatarle al PSOE la bandera de la unidad de España.

Domeñar la agenda política, amoldarla en beneficio propio y perjuicio del adversario, es misión clave para todo gobernante. Y también la asignatura que más se le resiste a Zapatero. Justo cuando había logrado atenuar los focos del conflicto vasco e iluminar el gran activo electoral del Gobierno, sus políticas sociales, el presidente se ve abocado a reabrir el dosier territorial, sin duda el que más sinsabores le ha traído y aquel en el que el PP, con la complicidad de su vigoroso aparato mediático, se mueve con más agilidad y eficacia.

TEMORES Y SECUELAS Quiere esto decir que, a tenor de lo que confiesan en privado diversos miembros del Gobierno, lo que preocupa a Zapatero no es tanto el desafío de Ibarretxe como sus secuelas en la política española: el riesgo de que permita recobrar el aliento a un Mariano Rajoy en horas bajas, debilitado por un realidad cambiante y las luchas intestinas del PP cara a su eventual sucesión poselectoral.

Por eso Zapatero se dispone a combinar la firmeza y la serenidad. Para no abonar el victimismo nacionalista ni el catastrofismo que pregona el PP, recibirá a Ibarretxe en la Moncloa tan pronto como se lo solicite --este mismo octubre, si de él dependiera--, le exigirá que retire su propuesta y le expondrá los medios que tiene el Estado para frustrar un referendo ilegal. Empezando por el recurso ante el Tribunal Constitucional, pero sin descartar otras alternativas.

Sin negar la gravedad de la hoja de ruta de Ibarretxe (una consulta, con o sin permiso del Estado, el 25 de octubre del 2008 que legitime una negociación entre partidos "sin exclusiones" y acabe en otro referendo secesionista), fuentes oficiales dicen que, más que órdago, es un farol.

FALTA DE APOYOS Para el Ejecutivo, el lendakari fija fecha para el referendo a sabiendas de que nunca se celebrará. No ya porque Zapatero se niegue a apoyarlo o esté dispuesto a evitarlo --que lo está--, sino porque el tripartito vasco carece de apoyos en el Parlamento de Vitoria para aprobarlo. Precisaría para ello al Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK, en euskera), afín a la ilegal Batasuna, que ya ha avanzado su rechazo si la consulta no se extiende a Navarra.

La única convocatoria que prepara Ibarretxe, según el Gobierno, es la de elecciones anticipadas en otoño del 2008. En una huida adelante, según estas fuentes, resucita el fallido plan del 2004 para que ningún sector del fracturado PNV cuestione su reelección como candidato al lendakari, y para presentarse como víctima de los inmovilismos socialista y aberzale. Pero el entorno de Zapatero vaticina que Ibarretxe fracasará en su empeño y que en el PNV logrará el efecto contrario: reforzar al sector moderado de Josu Jon Imaz.

El objetivo del Gobierno es restar dramatismo al conflicto, precisamente para no dar alas a Rajoy en vísperas electorales. En ello se emplearon ayer la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba y el socialista José Blanco. Y hoy, en Galicia, Zapatero hará lo propio.