Ni impulsar la renovación del Tribunal Constitucional (TC) como pide el PSC, ni alentar un fallo desfavorable al Estatuto catalán que le reporte votos en el resto de España como se difunde con maledicencia desde las filas de CiU. La estrategia del presidente del Gobierno frente a la sentencia es más simple. José Luis Rodríguez Zapatero ha explicado a su entorno que su objetivo es "enfriar un debate" que no interesa a los socialistas ni en Cataluña ni en Madrid.

Al fin y al cabo todavía no hay fallo y el presidente calcula que no lo habrá hasta después de las elecciones autonómicas porque el bando conservador del Constitucional tampoco dispone de mayoría suficiente para sacar adelante un texto alternativo.

El líder del PSOE tiene muy claro que no puede impulsar ahora la renovación del tribunal, después de que la redacción de la nueva ponencia sobre el Estatut haya recaído en un magistrado conservador. "Nos caerían palos por todos los lados", apuntan desde la Moncloa. Otra cosa es que entienda que José Montilla se ponga en Cataluña a la cabeza de una manifestación que, de no liderar, podría arrollarlo.

Por esa razón, no desairar a Montilla, el presidente cambió en la sesión de control del Congreso de ayer la posición de rechazo frontal a la renovación expresada el lunes por el número dos del PSOE, José Blanco. "La renovación del TC es tan urgente ahora como hace dos meses. Y lo seguirá siendo si pasan dos más", dijo, en respuesta a la pregunta que le había formulado el diputado de IU-ICV, Joan Herrera, quien le recordó que el tribunal está "en falso". La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, responsabilizó al PP de la situación que vive el alto tribunal.

En paralelo, CiU ha iniciado una ronda de contactos de alto nivel en Madrid, que incluye al Gobierno y al PP, a fin de conocer las posibilidades reales que existen de cambiar el panorama en el Constitucional.