Desde el inicio de la humanidad, las civilizaciones han expuesto su integridad y han erigido los puentes de su estructura social con el metal dorado como base. El oro ha sido moneda de cambio y pilar fundamental durante siglos. Esculpían montañas y bateaban riberas para extraer el metal amarillo que la propia naturaleza parecía haber creado para sentar los cimientos de la sociedad contemporánea. En pleno siglo XXI, este material escaso es sinónimo de progreso, de poder y de ostentación, y lidera la cúspide de la economía mundial.

Aunque la figura de buscador de oro por antonomasia se haya visto reducida a una minoría que se encomienda a la tarea más por afición que por necesidad, aún resisten aquellos que batean las cuencas de los ríos y exploran restos de cordilleras en busca de minúsculas pepitas con las que cargar sus mochilas. Prueba de ello es la muestra que ha expuesto el museo geológico y minero nacional durante un año y que ha conseguido aunar algo más de un centenar de piezas recogidas desde los años 70 en España. El dato curioso reside en que más del 80% del material expuesto pertenece a piezas extraídas en yacimientos de Extremadura. En la exposición El oro bajo tus pies , Extremadura se erige como principal potencia de yacimientos de oro. De hecho, la joya de la corona de la muestra, que alcanza los 135 gramos --es la más grande encontrada en España-- procede de la zona de Talarrubias y Casas de Don Pedro en Badajoz, considerada por los expertos como el mayor espacio para encontrar pepitas de oro en todo el país. De hecho, hasta 55 piezas del centenar de la muestra forman parte de la comarca de la Siberia (Talarrubias y Esparragosa de Lares) --nueve pertenecen a Santibáñez el alto, cinco en Casillas de Coria, tres en La Moheda y una en Portezuelo, Monroy, Moraleja y Portaje--. Este hito, según apunta Corrales, ayuda a desmitificar la creencia común sobre la falta de atributos de la región. "Tenemos la mala costumbre de creer que somos los últimos en todo y esta exposición demuestra que no es así", asevera el investigador, que se muestra interesado en hacer llegar la colección a Extremadura ahora que ha terminado de ser expuesta en la capital española.

Según apunta el instituto geológico y minero, "hasta la primera mitad del siglo pasado, los hallazgos de pepitas en España fueron escasos y esporádicos, aunque los ríos y arroyos siempre han proporcionado una cierta cantidad en partículas finas". Fue a partir de los 80 cuando comenzaron a recuperarse piezas en su mayoría en la provincia de Cáceres en lo que se conoce como la fiebre del oro , que conserva a fieles aún en varios puntos de la región.

PEPITAS CON NOMBRE PROPIO "Lo normal es que se encuentren granitos minúsculos", resuelve Corrales cuando habla del tamaño de las piezas que pueden encontrar los precisos y pacientes buscadores. "Solo alcanzan tamaño para guardarlos en tubos de cristal", apostilla. No obstante, Extremadura ostenta el título de poseer piezas con nombre --sin apellidos-- y peso que rompen con las fórmulas. La pepita Doña Josefa es muestra de ello. Pesa algo más de 218 gramos y al igual que la pieza de 315 gramos, fue encontrada en el yacimiento de Talarrubias y Casas de Don Pedro. Esta curiosidad sobre el gran tamaño de las piezas tiene un valor añadido debido a que, según el estudioso, el oro es un material blando y por este motivo las pepitas tienen formas muy redondeadas o están rayadas por la fricción del agua o del resto de rocas.

Aparte, la última de las cuestiones que pone de manifiesto la muestra es la pureza del metal que se halla en los espacios extremeños. Normalmente, la formación de las piezas de oro incorpora partes de cobre y plata --oro argentífero--, pero en el caso de las piezas halladas en Casas de Don Pedro y Talarrubias, las pepitas acumulan oro en prácticamente el 90% de su proporción, esto es lo que se considera como oro puro.

Es por este último motivo que los buscadores aún resuenan en las zonas extremeñas para buscar piezas de valor.

PERLAS DE COLECCIONISTA Un detalle que ha cambiado con el paso del tiempo en el propósito de buscar oro, según asevera Corrales, es el ánimo de lucro. "Antes cuando alguien se encontraba una pepita, la vendía, se quedaba el dinero y ya está, con los años ha adquirido valor para el coleccionismo. Ahora el que encuentra una pepita bien la guarda simplemente para su estantería personal o la vende, eso sí, a un coleccionista, vale más como piedra preciosa". No es raro entonces que gran parte de las pepitas que se conservan en el país son custodiadas por familias de coleccionistas privados --en el caso de las extremeñas, la colección Rivas Sanabria--, que aglutinan los minúsculos tesoros en sus hogares, expuestos o no a la vista de los curiosos que cruzan sus umbrales, sin otro objetivo que ofrecerlos como legado a sus generaciones.