El pasado día 4 ya no pudo más. Llevaba más de quinientos años erguido majestuoso en la finca La Herguijuela, situada en el entorno del parque de Monfragüe, pero hace dos semanas El Abuelo se derrumbó. El peso de sus ramas, muchas de ellas ya secas, el ataque del cerambyx y su avanzada edad hicieron mella definitiva en este soberbio alcornoque, incluido en el catálogo de árboles singulares extremeños. Un ejemplar que no solo era espectacular por su edad: su tronco alcanzaba los 7,7 metros de perímetro (a 1,3 metros de altura), su diámetro de copa era de 20 metros y su altura de 15.

Miguel Cremades conocía a El Abuelo desde hace casi tres décadas y media. Este ingeniero de Montes comenzó a trabajar en la finca La Herguijuela en 1977, dos años después de que su familia comprase este espacio situado en el término municipal de Toril (Cáceres). "El árbol estaba muy sano y con vigor. De él se sacaba un corcho estupendo y un montón de quintales", recuerda.

Sin embargo, hace algo más de veinte años los biólogos de la Junta de Extremadura le indicaron que había que dejar de sacarle el corcho para no estresar al árbol. Tras cesar los descorches, explica Cremades, los hongos proliferaron y el centenario alcornoque "empezó a declinar, a perder vitalidad y le atacó el cerambyx". Las larvas de este coleóptero, que se alimentan de la madera de encinas y alcornoques, poco a poco fueron carcomiendo el tronco de El Abuelo y acabaron causando que se desplomase por el exceso de peso que soportaba su débil estructura.

Cremades añade que años después de que se le dejase de sacar el corcho, al árbol se le hizo una poda selectiva que permitió que tomara de nuevo algo de vigor, pero que tampoco fue bien acogida por la Administración autonómica. "Un árbol no es viejo entero. Si a un árbol que ha estado acostumbrado a la poda le vas dejando todo lo reviejo, esta parte va cogiendo enfermedades y se las acaba transmitiendo a lo nuevo que va saliendo", argumenta.

Aunque reconoce que este alcornoque era ya "muy viejo", por lo que su final podría haber llegado de igual forma, a continuación añade que "si hubiéramos seguido sacándole el corcho y lo hubiéramos seguido podando, pues igual se hubiese salvado".

"Lo que me hubiese gustado es cogerle bellotas y haberlas plantado, pero este año no tenía", lamenta. Ahora, explica, a El Abuelo solo le queda convertirse en leña. En el lugar que ha ocupado durante el último medio milenio "se plantarán otros dos o tres árboles y esperaremos otros quinientos años, que tampoco es tanto".

No crear polémicas

Cremades asegura que no quiere crear "polémicas", y que ante todo pretende ser "constructivo", pero considera que se tiene que impedir que la política forestal se base únicamente en la protección. A su juicio, hay que alejarse de "la moda que ha habido de no tocar nada, que entiendo que es una equivocación. Hay que llevar una política que permita que todo ese espacio forestal de primerísimo orden que tiene Extremadura se salve y se conserve".

"El Abuelo estaba ya muy viejo, pero aún quedan muchas cosas que salvar", sentencia.