La falta de recursos obliga a los padres a decidir entre esperar más de seis meses para contar con un diagnóstico o recurrir a psiquiatras privados. "Un padre no puede esperar", dice Cristina Durán, directora de Feafes Calma, la asociación emeritense que atiende a las familias de los menores con algún transtorno mental. Valora el "esfuerzo" que realizan desde la única unidad Infanto Juvenil de Salud Mental que hay en la provincia de Badajoz: "El doctor Gutiérrez --el psiquiatra infantil de este servicio es José Ramón Gutiérrez-- atiende en ocasiones por teléfono, y no deja de atender a ningún niño por que no tenga cita". Pero no dan abasto.

"Hay niños que necesitan revisión una vez al mes y es imposible", dice Durán. Las revisiones más habituales, de seis meses, se suelen prolongar a un año. Por eso reivindica al menos una unidad más en Mérida para absorber que cada vez se diagnostican más casos de transtornos mentales en la edad infantil. "Ahora muchos acaban derivados a unidades de psiquiatría de adultos", cuenta.

El mismo vacío acusan en Cáceres a pesar de que en Plasencia también funciona uno de los tres servicios. "Muchas veces tenemos la sensación de que nosotros sabemos más que los propios profesionales". La afirmación es de Rosa Simón, madre de un niño de cinco años con transtorno del espectro autista y presidenta de la asociación Divertea. La puso en marcha, precisamente para buscar respuestas y soluciones a la batería de preguntas que le surgieron cuando alguien puso nombre a los comportamientos del pequeño Hugo que no le parecían normales.

"El diagnóstico en mi caso llegó a través de una consulta privada, me costó 450 euros en el hospital Gregorio Marañón de Madrid", dice. Y llegó meses después de que empezara a sospechar que algo no iba bien. "Se lo dije varias veces a su pediatra, pero no me hizo caso", se queja. No ha vuelto a tener ninguna consulta en el SES. Por eso la idea de potenciar los unidades infanto juveniles cree que es "positivo". "Queda un mundo por hacer", reivindica, empezando por más apoyo a las familias. "Muchos padres tienen miedo de pensar que su hijo puede tener un transtorno", cuenta.