Extremadura registra una media de unos 30 casos anuales de envenenamientos intencionados de animales por medio de cebos, pero la casuística ha cambiado el último año y medio, aproximadamente, ya que el problema se ha agravado al afectar al águila imperial ibérica, una «especie emblemática». El director del Centro de Recuperación de la Fauna y Educación Ambiental ‘Los Hornos’ de Sierra de Fuentes (Cáceres), Javier Caldera, advierte de que hacía muchos años que no se producían cinco muertes de esa especie de águila, que está catalogada en peligro de extinción.

El resto de los casos suelen afectar normalmente a algún buitre negro, milanos reales y a perros. Las causas de los envenenamientos son tres y están relacionadas con la caza menor, la ganadería y la venganza, según Caldera.

En el primer caso, porque algunos gestores de explotaciones cinegéticas consideran que las rapaces reducen el número de liebres, conejos o perdices cazables, mientras que los ganaderos se quejan de daños en sus rebaños. En el caso de la ganadería, pone como ejemplo que un grupo de buitres puede hacerse con un cordero cuando ha habido un problema en el parto. La tercera causa de los envenenamientos, más asociados a los entornos urbanos, son por las venganzas entre vecinos o conocidos.