El último episodio de la larga serie de irregularidades del Festival de Teatro Clásico de Mérida en su etapa más oscura (la de la anterior legislatura bajo la tutela del PSOE) no tiene desperdicio. El último ejemplo, es la sentencia que acaba de fallarse hace tan sólo unos días y que deja bien a las claras, una vez más, el 'modus operandi' con el que se dirigía el histórico certamen, cuya reputación quedó prácticamente destrozada.

Pero vamos al episodio concreto porque es muy representativo de cómo se hacían entonces las cosas. Y sirve de ejemplo para elevarlo a categoría. Resulta que en la edición de 2011 se contrató de manera verbal a dos médicos en ejercicio y a ATS con el fin de que interviniesen en caso necesario durante las representaciones. Se acordó el pago en negro (11.112 euros), sin factura ni contrato alguno, pero como no se les pagó la contraprestación, los galenos denunciaron al certamen. Y el juzgado les ha dado la razón. En el 2010 ocurrió lo mismo.

Hay muchos episodios asombrosos. Como aquellos 36 actores que habían representado 'La Asamblea de las Mujeres' y que no tuvieron más remedio que presentar una demanda por una deuda de más de 140.000 euros. O como aquella compañía griega que no se presentó a la representación inaugural porque no se le pagaron los pasajes de avión.

O empleados del propio certamen sin cobrar, cuentas embargadas por Hacienda, descontrol de las taquillas, cortes de luz, de teléfono, más entradas regaladas que vendidas o déficits astronómicos (más de 3,5 millones de euros). Baste el ejemplo del 2011, el último de la gestión socialista, donde se perdieron 773.000 euros, curiosamente una cantidad mayor de la que ahora se critica por convertir a Mérida en el epicentro nacional del teatro a través de los premios Ceres. La gala, este verano, tuvo una cuota de pantalla en La 2 mucho mayor- un 2,8% de share frente al 0,9%- que los premios Max. Ahora, lo más granado del teatro español se pelea por actuar aquí, antes ya sólo se acercaban obligados a los tribuanles a reclamar.

Varias de las presuntas irregularidades contables están ya recogidas por el Tribunal de Cuentas en sus informes de los últimos ejercicios y parece increíble que sea ahora cuando por primera vez en la historia se presenten anualmente las cuentas en el Registro Mercantil como marca la ley.

Mientras, la previsión es que en los próximos meses comiencen las primeras citaciones de la Fiscalía a ex directores o ex gerentes, entre otros, para clarificar qué ocurría exactamente en esa tenebrosa época.

Si alguien metió la mano en la caja ya se comprobará en el terreno judicial, pero al margen de ello, sí se pueden evaluar con firmeza las responsabilidades políticas por, al menos, dejar marchitar la imagen del certamen.

Son los mismos que sin rubor no han dejado de criticar e intentar segar la hierba bajo los pies a Jesús Cimarro, quien ha obrado el milagro (desde la profesionalidad, el trabajo, el sentido común y el cuidado en la gestión de los fondos públicos) de devolver al Festival a todo su esplendor.

En este tiempo, Cimarro se ha comportado con extremada delicadez y en vez de responder a dicha imprudencia política -habiéndo puesto en marcha siquiera unos momentos el ventilador,- se ha comportado como lo que es, un tipo formal y con visión de futuro para no hacerle daño exterior al propio certamen. Por eso,gentilmente dedició no tirar de la manta. El PP, curiosamente, tampoco.

Quedemos con lo positivo. Monago ha puesto en práctica una fórmula que tiene pocas opciones de errar y que debería de trasladarse a todos los ámbitos de la gestión pública: elegir a profesionales y dejarles trabajar sin inmiscuirse lo más mínimo.

En 2011 hubo 50.000 espectadores y en este verano de 2014, 123.000. Ahora, el Patronato ha recibido en el último trienio un superávit de 1.100.000 euros por parte de la organización.

Además, se ha apostado también por compañías extremeñas (hasta 30 en la última edición) que además de darles una oportunidad generan empleo dentro la comunidad.

Por eso, ¿no debería el PSOE, al menos, haber guardado silencio?