Un pueblo de menos de 600 habitantes se llena este mes de octubre de personas de todos los puntos del mundo. No es época turística y ellos no quieren llevar el paso de viajeros sin más. Colores, idiomas, culturas, Villasbuenas de Gata se convierte en una suerte de ‘torre de Babel’ con un motivo: reforestar el monte.

Los vecinos recuerdan el verano de hace dos años cuando la sierra sufrió uno de los incendios más devastadores en Extremadura. El fuego se originó en Acebo a principios de agosto y se extendió a casi 8.000 hectáreas de monte que ardieron durante días. Las llamas rozaron Hoyos, Perales del Puerto, Moraleja y se propagaron hasta Villamiel y Cilleros. Un año después, con los terrenos que se marcaban todavía ennegrecidos desde la carretera y los vecinos recordando un verano para olvidar, una oleada de voluntarios desembarcó en el norte de Cáceres a finales de octubre embarcados en un proyecto pionero y recién nacido que pretendía cambiar el paisaje. La iniciativa, Reforest-acción, cayó como un soplo de aire fresco para los vecinos de la zona.

Ninguno de los que llegó entonces se conocía. Ni falta que hace. Ya hablaban el idioma universal, el de la esperanza. La localidad les cedió espacio municipal para su estancia y durante ese periodo consiguieron recuperar casi 300 hectáreas verdes. Algo más de 400 personas plantaron uno a uno 25.000 esquejes de nuevos árboles y arrancaron las malas hierbas, 100 ejemplares por hectárea y 57 árboles por voluntario. «Nacimos del fuego y de las cenizas estamos creando vida», recoge la organización de la iniciativa en su web que nació en plena sierra.

En un principio causaron sorpresa en la pequeña localidad. «Se ganaron a todo el mundo, siempre había vida», recuerda un vecina de Villasbuenas. Y si la experiencia para los vecinos fue gratificante no fue menos para los propios voluntarios. «Fue increíble ver cómo es tan fácil unirse y actuar», apunta Ana Mar, una voluntaria de Portugal. Dominique, de Suiza, destaca el beneficio de hacer algo que ayudará a «generaciones venideras». Mario, español, elogia la propuesta y aplaude la apuesta por «sembrar, plantar y hacerle un hueco con nuestras manos a esa vida que nos vivifica a todos». Está claro que lo que nació como «un sueño» ahora es un marcado proyecto de voluntariado internacional que este año repite edición.

Según aclara el coordinador de la iniciativa, Rodrigo ‘Bongui’ Ibarrondo, la previsión para este año es superar la cifra de nacionalidades que el año pasado llegaron hasta las 17. «Vendrán de Egipto, de Brasil, de República checa, cada día recibo mensajes», señala a este diario. De momento ya hay registrado casi medio centenar de ayudantes que asistirán desde el principio de la iniciativa que este año parte el 20 de octubre.

Más intermitente será su estancia. «Hay gente que estará una semana o dos, ocho o nueve si han dicho que pasarán toda la estancia», apunta. La iniciativa, augura, replantar en un periodo de tres meses y medio -se llama 100 días de reforest-acción y termina en enero- por la zona de sierra 50.000 brotes que ha cedido la Junta de Extremadura y repartir otras 50.000 semillas. En total, el propósito es arrancar el motor para 100.000 nuevos árboles que permitirán que unas décadas el bosque se mantenga frondoso.

‘Vigilantes’ de los bosques

El proyecto se define como «un movimiento colaborativo basado en la acción». «Nuestra labor es sembrar conciencia en las mentes fértiles de la sociedad invitando a la noble tarea de plantar árboles», pone de manifiesto.

Ibarrondo detalla que durante la estancia los voluntarios trabajan cinco horas al día disponiendo de alojamiento y comida. Durante su jornada recogen semillas (bellotas y castañas), siembran esas semillas y plantan los alveolos por alrededor de 30 hectáreas de terreno siempre y cuando no llueva. En ese caso, buscan una alternativa. Al igual que el año pasado, las especies que plantan son elegidas de manera aleatoria. El objetivo es acabar con la extensión de pinar que se adueña de los montes y contribuye a la rápida propagación de los incendios y trabajar con las especies autóctonas.

La intención es «crear bosques nativos que diversifiquen y enriquezcan el paisaje, con todo lo que supone para nuestros montes», asevera. La propuesta ya cuenta con una web propia en la que los interesados pueden sumarse a la propuesta bien a través de una donación o bien sumándose a las iniciativas de voluntariado. De manera paralela, abanderan el proyecto de ‘guardianes’ del bosque, una propuesta que se extiende más allá de la sierra de Gata y ha conseguido reforestar 1.000.000 de hectáreas porque, según concluyen «plantar un árbol son 20 minutos de esfuerzo y toda una vida de satisfacción».