Cuando José María Portillo Melo (Galisteo, 1961) ocupó la dirección general de Caja Rural de Extremadura, a finales de mayo pasado, la entidad extremeña venía de atravesar un periodo convulso, tras dar marcha atrás en el SIP que había integrado junto a otras dos cajas rurales andaluzas y un intento frustrado de fusión con Cajalmendralejo. Portillo llegaba a este puesto después de más de tres décadas y media de experiencia en las dos cajas de ahorros extremeñas. En Caja Extremadura entró con 16 años como botones en la oficina de Casatejada y acabó alcanzando la dirección general. En Caja Badajoz fue responsable, entre otras, del área de Auditoría y le tocó también vivir el proceso que acabó en la integración con Ibercaja. Ahora asegura estar «muy ilusionado» con esta nueva etapa ante la oportunidad de hacer «algo muy bonito» con una entidad financiera que, incide, «es ya la única que en su razón social incluye el nombre de Extremadura».

----¿Con qué situación se encontró al llegar a la dirección general de Caja Rural de Extremadura?

—Cuando llegué, Caja Rural de Extremadura venía de vivir unos momentos difíciles y complicados, tras unas fusiones que finalmente se frustraron y que provocaron un cierto desasosiego y malestar, porque la imagen de la entidad no era la mejor. Me encontré una caja en situación de tener que ponerse a trabajar mucho con la plantilla, que es muy joven y de la que hay que destacar su voluntad, su cualificación y su motivación. Tanto los trabajadores como los clientes y los socios estaban demandando un periodo de tranquilidad para poder relanzar la entidad.

Hoy, Caja Rural puede presumir de que es una entidad que cumple con todos los requerimientos de solvencia que nos está exigiendo la normativa y de que está muy consolidada con su clientela, pero a la que le falta, quizás, algo de dimensión. Y en ese camino es en el que estamos. La caja que me encontré entonces, a pesar del poco tiempo que ha pasado, ya no se parece mucho a la de ahora, que solo piensa en crecer, en consolidarse y con un clarísimo objetivo: queremos ser líderes del mercado extremeño. Queremos ser los números uno de Extremadura. Lo tenemos muy complicado, porque hay que competir con entidades con mucha más potencia que nosotros, como son la Caixa, BBVA, Ibercaja… Sin embargo, el proceso de reconversión del sector ha supuesto que en los últimos años se haya cerrado casi la cuarta parte de las oficinas que había en Extremadura; nosotros no hemos cerrado ni una. Se ha prescindido de la cuarta parte de los empleados que había en las entidades financieras; nosotros no hemos despedido a nadie. Estamos en una situación privilegiada, porque algunos están abandonando el negocio que nosotros queremos recobrar y consolidar.

—El hecho de que haya entidades que estén eliminando o dejando sin personal oficinas en el ámbito rural por no considerarlas lo suficientemente rentables, ¿lo ve entonces como una oportunidad para crecer en volumen de negocio o red de oficinas?

—Efectivamente, aunque ahora la idea no es abrir más oficinas, ya que en una situación normal cuesta de tres a cinco años ponerlas en rentabilidad. Lo que sí tenemos es el firme propósito de alcanzar la máxima rentabilidad en todas las que tenemos en marcha, aprovechando esa coyuntura del abandono que se está produciendo por muchas otras entidades.

—¿No contemplan en ningún caso cerrar sucursales?

—No cerrar oficinas no es algo que se pueda afirmar con rotundidad. Dentro de nuestro proyecto a corto plazo no tenemos intención de abandonar ningún ámbito rural. Quizás en algunas poblaciones donde tenemos un número grande de oficinas haya que hacer integraciones, pero abandonar pueblos o dejar poblaciones sin servicios financieros no está entre nuestros objetivos.

—Después de más de tres décadas y media de trayectoria en dos cajas de ahorros y un banco, ¿le ha resultado muy diferente la forma en la que se gestiona una cooperativa de crédito?

—Son todas entidades financieras al fin y al cabo. La forma de trabajar, el objetivo del negocio o la regulación son prácticamente los mismos y los productos son muy parecidos. La principal variación es quizás la cultura interna de los empleados. Aquí son socios, son propietarios, por lo que sienten a la entidad como algo suyo. No digo que en otras entidades no suceda, también hay un sentimiento de pertenencia en las demás en las que yo he trabajado, pero aquí se acrecienta un poco y hay un sentido de mayor involucración con la entidad. Y eso es positivo, porque los empleados se encuentran mucho más identificados con los objetivos de la caja, a la que consideran como algo suyo.

—En unos días se cumplirán dos años de la ruptura del SIP con Caja Rural del Sur, ¿siguen convencidos de que fue la decisión correcta?

—Yo no viví aquella época ni en qué términos se desarrollaron las negociaciones. Además, decir ahora si fue la decisión mejor o peor sin saber qué hubiera pasado si se hubiera seguido adelante con el SIP… De lo que hoy sí podemos estar seguros es de que en Caja Rural tenemos un futuro esperanzador, a construir por nosotros y en Extremadura. Porque, de nuestras 110 oficinas, 109 están en la región. Nuestros empleados son extremeños y nuestros impuestos se pagan en Extremadura, que es donde repercuten nuestros beneficios. También la financiación la hacemos aquí, para nuestras empresas. Hemos concedido el año pasado más de 300 millones de euros en préstamos y créditos, que han ido principalmente al sector primario y que han facilitado la implantación de muchos negocios, la realización de proyectos o el acceso a la propiedad de nuestros clientes. Lo que queremos hacer es consolidarnos y proyectarnos hacia el futuro. No aparecer en la prensa por aspectos negativos y que cada vez que salgamos sea por algo positivo.

—¿Considera que todo el daño que, en términos de imagen, pudo causar la ruptura del SIP y la sobreexposición mediática de la caja que conllevó está ya reparado?

—Yo quiero pensar que sí. Esa sobreexposición mediática que hubo no favoreció en nada la imagen de la entidad en su día, pero todo pasa y nosotros tenemos ahora la obligación de reparar aquello que pasó. Creo que hoy la imagen de la entidad no se parece en nada a la que hubo hace dos años. Nosotros somos una entidad solvente, implicada con la región y en la que no hay ni diferencias, ni luchas ni injerencias por parte de nadie.

—¿Qué impacto tendrá en la entidad la decisión del Tribunal de Justicia de la UE sobre las cláusulas suelo?

—Que se dicte una sentencia que afecte por igual a todas las hipotecas que se han concedido es algo que nadie se esperaba. Por los datos que tenemos, las hipotecas que se comercializaron en Caja Rural de Extremadura durante estos años han estado perfectamente bien explicadas a nuestros clientes. Son operaciones que se han hecho con absoluta transparencia, o sea que aceptar que nosotros hemos engañado a nuestros clientes sería mentir. A pesar de ello, si alguno considera que le es de aplicación la devolución de estas cláusulas, actuaremos en todo caso de acuerdo a lo que marca la ley. Hemos constituido un departamento especializado en la resolución de esas reclamaciones. Cuando se produzca alguna, analizaremos si se adapta esa operación a la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE. Si es así, negociaremos la devolución con nuestros clientes. El impacto que eso tenga sobre las cuentas ya ha sido calculado y lo hemos incluido en el ejercicio del 2016. Las posibles reclamaciones por cláusulas suelo están totalmente provisionadas.