Apenas tres días después de contraer matrimonio, David Morcillo y Gloria Hidalgo comenzaron su luna de miel. Habían elegido un destino exótico y tranquilo para disfrutar de sus primeros días de casados: Bali. «Queríamos disfrutar de las playas, de la naturaleza,... nos gustó mucho el plan». Pero al final, el viaje de esta pareja extremeña se convirtió en una auténtica pesadilla: «temimos por nuestras vidas, los dos pensamos que acababa nuestro destino», recuerdan.

Iban a pasar allí diez días, pero a la cuarta noche se truncó la luna de miel en Indonesia. «Acabábamos de llegar de una excursión, habíamos visitado el bosque sagrado de los monos y el templo de Tanah Lot, ya era de noche y nos fuimos a la habitación a descansar. Y de repente, a las 19.45 horas (allí anochece sobre las seis) todo empezó a temblar. La cama comenzó a moverse, el suelo se levantaba, las paredes empezaron a rajarse, se cayó un trozo de techo... era imposible andar porque todo se movía y nos caíamos. Como pudimos, salimos de la habitación corriendo sin saber muy bien qué estaba pasando ni a dónde ir... ese momento se nos hizo eterno, fue terrorífico», cuenta David.

Estaban viviendo en sus propias carnes el terremoto que el pasado domingo azotó Indonesia. El seísmo alcanzó los 7 grados en la escala Richter y dejó al menos un centenar de muertos y decenas de heridos. El epicentro tuvo lugar a diez kilómetros de profundidad en otra isla, Lombok, situada enfrente de Bali pero relativamente cerca de donde se alojaban David y Gloria, ambos de 24 años y residentes en Don Benito. En Lombok se registraron la mayoría de las muertes, pero también se contabilizan algunas en la isla de Bali. Ayer, con el susto todavía en el cuerpo, aterrizaron en Madrid sanos y salvos.

Hubo decenas de réplicas

«Es una situación que sobrepasa la mente humana, te quedas en estado de shock porque es algo totalmente inesperado y no sabes qué hacer; nos dejamos llevar por el instinto y lo único que queríamos era salir de allí cuanto antes», relata David. Por eso, cuando aquella noche de pánico consiguieron salir de la habitación, pidieron un taxi para trasladarse al aeropuerto. «Era lo más seguro, porque además nos habían dicho que había riesgo de tsunami y estábamos en frente de la playa. Pensábamos que allí acababa todo». Dos horas después lograron llegar hasta el aeropuerto, no sin dificultades. «En el hotel intentaban no darle mucha importancia a lo que estaba pasando, pero la gente tenía pánico, gritaba y estábamos todos muy nerviosos. Yo creo que no llegaron siquiera a pedirnos el taxi, menos mal que se lo pedimos a otras personas fuera».

Una vez en el aeropuerto volvieron a sentir cómo temblaba la tierra. Tras el mayor seísmo en Lombok, se produjeron decenas de réplicas de menor intensidad. Allí estuvieron cerca de 24 horas, «durmiendo en el suelo, sin atenciones ninguna y en condiciones pésimas», hasta que el pasado lunes lograron dos billetes para volver a Madrid. Su vuelo de regreso no salía hasta el próximo viernes (10 de agosto), pero a través del seguro de viaje lograron que la compañía les adelantara la vuelta a casa. «No fue fácil porque las oficinas de las compañías estaban cerradas y en el aeropuerto llegó a cundir el pánico en algún momento, pero la compañía se portó bien», cuenta. El lunes a las ocho de la tarde (hora local) despegó el avión que les traería de nuevo a tierra firme y volvieron a respirar. Volaron hasta Dubai, donde hicieron escala, y al mediodía de ayer martes aterrizaron en el aeropuerto de Madrid, para poner rumbo a Don Benito, la localidad natal de David. Gloria es cacereña.

«No lo olvidaremos jamás»

«Todavía tenemos el susto en el cuerpo, pero estamos muy contentos de estar ya aquí. Ha sido una experiencia única, hay que vivirlo para saberlo porque ni siquiera es fácil de describir. A pesar del miedo que hemos pasado, nos quedamos con lo positivo: podemos dar gracias de que que estamos bien y en casa».

«La luna de miel se volvió terrorífica», concluye el joven. Pero aún queda una segunda parte. «Intentaremos acabarla ya aquí en España, nos iremos unos días a Castellón. En esta capital valenciana ha pasado David cinco años como atleta profesional, una carrera que ha aparcado un tiempo, mientras trabaja como dependiente, para hacer otras cosas. Aunque lo que nunca podrá hacer, dice, es olvidarse de esta experiencia imborrable.