En algunos contratos se les prohibía casarse durante el curso, pasear, teñirse el pelo o maquillarse. Cobraban menos que sus compañeros y llegaban a los pueblos cacereños en carretas, a veces escoltadas por la Guardia Civil por temor a los maquis. Cuando llovía, tenían que cambiar las mesas de sitio para evitar las goteras de la escuela. Son sólo algunas de las vicisitudes que pasaron las maestras durante largos años, un colectivo que ayer recibió un cálido homenaje en el ayuntamiento cacereño con motivo del 8 de marzo.

La presencia femenina en la Escuela de Magisterio de Cáceres se permitió desde su creación en 1843. Por ello constituye uno de los primeros colectivos de mujeres trabajadoras en la provincia. "Hace muchos años tuvieron que conciliar la vida laboral y familiar, y hoy son un referente en la lucha por la igualdad", recordó ayer el alcalde, José María Saponi, que pondrá el nombre ´Las maestras ´ a una nueva calle.

El homenaje se centró en la generación que estudió Magisterio en la guerra y la posguerra, y reunió a varias profesoras, entre ellas Juanita Franco y Prudencia Fernández, que recibieron una placa. "Yo tardé 24 horas en llegar desde Trujillo a Villar del Pedroso, mi primer destino. Fui en autobús a Navalmoral, en tren a Oropesa, en tartana a Puente del Arzobispo y en carro a Villar", recordó Prudencia. "Pero teníamos una gran vocación pese a las trabas", confesó Juanita.