Las precipitaciones llegaron ayer por fin a gran parte del territorio extremeño, si bien es cierto que lo hicieron a través de chubascos débiles y dispersos, registrados principalmente por la tarde. Las lluvias se originaron gracias a la entrada por el suroeste peninsular de una borrasca que recorrerá la Península en dirección noreste hasta el martes. Sin embargo, según las previsiones del Instituto Nacional de Meteorología, el miércoles o el jueves podría aparecer una nueva borrasca atlántica, que traería más lluvias a todo el país.

Aunque no la remediarán, estas precipitaciones contribuirán a paliar la situación casi desesperada de sequía que se vive en Extremadura. El año hidrológico que acaba de concluir ha sido considerado como el más seco desde que se tienen registros (131 años), con un déficit de lluvias del 60% en Extremadura. Tanto en agosto como en septiembre las precipitaciones no han llegado a la mitad de las que suelen registrarse habitualmente. Todo ello ha llevado a que la reserva de humedad de los suelos extremeños esté en el 5% de su capacidad y a que los embalses de las cuencas extremeñas se encuentren en unos niveles alarmantes. De hecho, unos 23.000 extremeños sufren restricciones de agua en 13 municipios.

En el campo la situación es crítica. El último efecto que para los agricultores va a tener la falta de lluvias la anunciaba la pasada semana UPA-UCE. Según esta organización, este año se experimentará una pérdida del 35% de la producción de uva y del 50% en el olivar.

En el primer caso, se pasará de los 3,7 millones de hectólitros que se recogieron el año pasado hasta los 2,5 millones que se prevén este año. En cuanto al olivar, las mayores pérdidas, de hasta el 60%, se registrarán en la aceituna de mesa.