No es la residencia oficial, no. No nos engañemos ni ocultemos lo que hay detrás de una artificial y politizada polémica sobre la mansión de lujo de los presidentes en Mérida. No. Detrás del caso se encuentra un añejo, rancio y trasnochado virus que ha padecido esta región durante demasiados años y que ha provocado un enorme daño intrínseco a la propia entidad de la región: los localismos, los agravios, el 'tú mas que yo'... que ha enfrentado a las principales ciudades extremeñas desde hace mucho tiempo, demasiado ya, alentada también por sus principales responsables políticos, de todos los colores, que sacaron siempre tajada de ello.

El caso especial de Mérida y Badajoz comenzó, o se incrementó, mejor dicho, por el fútbol en los años más gloriosos de sus principales clubes y ahora regresan unos complejos a los que, en pleno siglo XXI, debería de ponérsele punto final, también desde el punto de vista mediático, desde donde se alimentó en otras épocas. En plena era de la globalización, de las nuevas tecnologías, del mercado internacional... insistir en estos supuestos agravios es quedarse anclado en el pasado. A ver si resulta que vamos a reproducir aquí la ruin división que pretenden algunos locos en otras comunidades (léase Cataluña). ¡Del Madrid nos roba al Monago nos roba! Para llorar... Bastantes problemas tiene ya Extremadura en su lucha contra otras comunidades para que encima desde dentro se azuce la división. Lo bueno para Badajoz será también bueno para Mérida, y viceversa. Igual que en Cáceres o Plasencia, Don Benito o Villanueva... Quien no lo vea o lo asuma, quedará varado en el tiempo.

Resulta paradógico comprobar ahora como esos que ahora presumen de 'emeritensismo' estaban bajo tierra en temas auténticamente trascendentales para el desarrollo de la ciudad. Luego citaré algunos. Entonces no vi ni plataformas supuestamente ciudadanas ni sociedad civil ni músculo ciudadano por ninguna parte.

Sea por nuestros orígenes --esos romanos que ya vinieron a descansar después de largas batallas para pasar lo más cómodamente posible sus últimos días-- o simplemente porque nuestro carácter nos hizo así, el caso es que precisamente aquí de lo que hemos adolecido siempre es de falta de amor propio, de luchar por lo nuestro. Si la apatía ha sido nuestra bandera. Y muchos ejemplos ahí, desgraciadamente, de ello. Y de repente, con una cuestión banal, más unido al sentimentalismo, o quizás precisamente por ello, que a la racionalidad y el sentido común, 'estalla' ese gen desconocido, o al menos oculto, que al parecer sí teníamos los emeritenses. ¡Bienvenido sea este brote, este resurgir, esta reacción, si realmente esto sirviera para a partir de ahora despertar por fin de nuestro letargo. Pero barrunto, me malicio, que no será así.

Así que ahora pregonan algunos (los salvadores de la 'patria' en forma de plataforma, todos en ejercicio político y la mayoría candidatos oficiales a las próximas elecciones municipales, y sus adláteres, claro) que para Mérida es imprescindible contar con un palacio presidencial. Lo dicen esos mismos que a los cinco minutos cambian una pancarta por otra y se ponen el traje de indignados contra los despilfarros de la clase política. Paradojas de la vida, somos la única ciudad (bueno, 200 personas) que se manifiesta a favor de que continúen los privilegios de los políticos. Mientras el país clama por todo lo contrario, aquí se defiende que con nuestros impuestos se tenga que mantener de por vida un palacio residencial muy antiguo que necesita a cada poco una millonaria inversión para que sus ocupantes disfruten de sus lujos, gran piscina incluida. Ver para creer. Así que los sindicatos de clase (que se apuntan a un bombardeo para derribar a Monago), los partidos políticos que se dicen de ¡izquierda!, los indignados, los defensores de la renta básica que ellos no pusieron nunca en marcha, y la pléyade de nostálgicos de la vieja Extremadura resulta que luchan con todas sus fuerzas por mantener los gastos desorbitados y millonarios para el disfrute de la 'casta'. Toma ya. Aducen que se trata de un elemento simbólico --vamos como si se fuera a expoliar el Teatro Romano o la propia Mártir Santa Eulalia-- cuando esa casa no la ha pisado emeritense de a pie alguno en su vida. Eso sí, entre sus utilidades sirvió, por cierto, como plató de televisión para Nieves Herrero cuando a Vara en la época en la que su productora foránea --la de la periodista-- facturaba grandes cantidades a la televisión regional en la pasada legislatura. Al parecer, a esos mismos les parece de lo más normal que cada tres o cuatro años, debido, insisto, al deterioro intrínseco de sus estructuras, su principal habitante, en este caso el presidente, se tenga que gastar, como hizo Vara en los años 2007 y 2008 más de 300.000 euros del ala para realizar una reforma seguramente imprescindible. Como cualquiera debe retocar su casa y más si ésta va camino de ser centenaria. ¡Pero lo hacemos con nuestro dinero particular, no con el de todos! Puestos a hacer demagogia, entre los gastos corrientes (un millón de euros en los últimos seis años, aproximadamente) y los 'retoques' de 300.000 euros cada cierto tiempo, ¿cuántas rentas básicas se pagarían? ¿Les preguntamos, como ellos mismos esgrimen en otros casos --siguiendo con ese populismo-- a los que van a rebuscar entre la basura para poder comer? Ah, no, que eso ahora, no vale. El único argumento es que 'Monago no quiere a Mérida, es de Badajoz'. Y punto. El localismo en su estado puro, cual nacionalismo pero en el ámbito municipal. 'Badajoz nos roba' como 'Madrid nos roba'. Y tan panchos.

¿Qué en 2004 nos 'arrebataron' la Plataforma Logística prometida por ZP en un Consejo de Gobierno Extraordinario celebrado en Mérida y que luego, por mediación de Ibarra, se decidió poner en Badajoz? No pasa nada. Cero manifestaciones. ¿Qué no sólo no se concedió nunca la histórica reivindicación del Estatuto de Capitalidad sino que se amenazó por el anteriormente citado con llevarse la capitalidad si seguíamos reclamándolo? Cero manifestaciones. Podríamos seguir. Eso sí, 'Monago nos roba'. "¿Pero si nos va a dar el Estatuto por fin? ¿Si ha salvado de una muerte segura al Festival de Mérida? Da igual, calla, ¡¡¡sube la pancarta!!!, ¡Monago nos roba!" Triste, muy triste todo.