Trabaja en el Departamento Aeroespacial de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, un país en el que lleva 10 años dedicado a la investigación. Con sólo 30 años, Francisco Javier Díez, natural del municipio pacense de Fuente de Cantos, ha tenido tiempo de doctorarse, publicar investigaciones a nivel internacional y colaborar en varios proyectos de la NASA, el último de ellos en la misión espacial en la que el transbordador Columbia sufrió el trágico accidente.

¿Por qué se marchó a Estados Unidos, no hay campo en España o Europa para los investigadores?

--Lo que estoy haciendo aquí no se podría hacer en España. En la actualidad en España hay muy buena gente y se llevan a cabo investigaciones básicas, pero los investigadores tienen que marcharse porque no hay dinero. Por ejemplo, nosotros trabajamos en un proyecto para el que el Estado americano nos ha concedido tres millones de dólares por persona. Eso es impensable en España. Aquí he llegado a trabajar en laboratorios en los que se desarrollan armas nucleares. Es una pena, me encantaría volver, pero no podría acceder a lo que ofrecen aquí.

¿Le ha sido difícil llegar hasta aquí?

--Bueno, en Estados Unidos todo funciona a través de becas y si tienes un buen expediente académico no tendrás problemas para trabajar en lo que quieras, te solicitarán las universidades o las empresas.

¿Es el primer proyecto en el que colabora con la NASA?

--No, he trabajado en varios programas con la agencia espacial y también con el Departamento de Defensa. Ahora tenemos previsto desarrollar uno en la propia estación espacial.

Aseguran que el programa en el que colaboraba con el ´Columbia´ era muy complicado...

--Intentábamos demostrar una teoría con la que podríamos cambiar la manera en la que la Física define la combustión. El programa ha volado dos veces al espacio y esta era la tercera vez que lo hacía, ya que en las dos anteriores obtuvimos datos erróneos. Así que esta vez era la definitiva. La información que obtenían los astronautas se almacenaba digitalmente en la base de datos de la nave a través de vídeos, y todo se ha perdido. Bueno, antes de que ocurriera el accidente desde el transbordador transfirieron parte de la información a la Tierra.

¿Cómo ha vivido todo lo ocurrido estos días?

--Ha sido un duro golpe. Nos ha afectado muchísimo porque todo el equipo llegó a tener muy buena relación con la tripulación, tanto personal como profesionalmente. Me llamaron de la NASA para comunicarme el accidente y no me lo creía, había estado hablando con ellos sólo unos días antes...

¿Trabajó en el adiestramiento de la tripulación?

--Estuvimos con cuatro de ellos durante el pasado mes de octubre, para adiestrarles en el experimento que tenían que llevar a cabo en el espacio. Aquellos días trabajábamos con cuatro miembros de la tripulación durante una media de 12 horas diarias. Tuvimos muchos problemas durante el experimento y los astronautas nos dedicaron mucho tiempo. Ya en plena misión espacial, estuvimos durante cinco días en la sede central de la NASA en Houston para supervisar el programa. Trabajábamos en comunicación directa con la tripulación durante 24 horas ininterrumpidas, sólo dormíamos 3 horas al día. La implicación en el proyecto era muy grande, incluso los astronautas hicieron una apuesta para ver quién conseguía la llama perfecta.

Todo esto parece mucha responsabilidad para alguien tan joven...

--Bueno, es cierto. Mis compañeros, otros investigadores, me miran de una forma un poco rara, pero quizás mi edad también sirva para que no me ataquen mucho cuando publico algún estudio o voy a conferencias.

¿Cómo es una jornada normal en su trabajo?

--Muy sencilla. Empiezo a las 8.30 de la mañana y termino a las 22.00 horas. Tengo dos laboratorios en los que trabajo en varios experimentos, pero también dedico mucho tiempo a publicar o ir a conferencias en las que también suelo dar a conocer Extremadura. Todos los que trabajan conmigo conocen mi tierra.