El miércoles 7 de junio a las siete y media de la mañana y «leyendo la prensa económica on line». Así fue como Julio (nombre supuesto) se enteró de que los cien mil euros que había invertido en acciones del Banco Popular el año pasado ya no valían nada. Un desembolso que había cubierto con un préstamo de la propia entidad, así que la primera pregunta que se hizo fue la de «cómo voy a pagar esto». «Fue catastrófico, nadie se lo esperaba», añade este extremeño que prefiere no revelar su identidad real. «En este momento tengo miedo a represalias del banco. No sé lo que va a ocurrir a partir de ahora, y tener en contra a una entidad con la que llevas trabajando tantos años me crea una intranquilidad enorme», justifica.

Este empresario del sector agroalimentario fue a la ampliación de junio del 2016. «Me llamaron por teléfono y me dijeron que tenía que echarle una mano al banco sí o sí. Uno de los comentarios fue el de que el banco no olvida. No era en tono amenazante, porque la relación con ellos era buena, pero cada uno sabe cómo interpretar este tipo de comentarios», explica Julio. «Necesitas diariamente a los bancos para trabajar. Así que si te piden ayuda...», aduce. De hecho, en aquel momento tenía solicitada una financiación de 50.000 euros.

Garantía personal

«Era un banco completamente auditado, del que te dicen que es solvente. Confías en que la auditora, la CNMV y el Banco de España han hecho su trabajo», incide Julio. Así que firmó un préstamo a nombre de la empresa pero con garantía personal. «Esto no es ninguna broma, te estás jugando todo lo tuyo», lamenta. Los cien mil euros se destinaron directamente a la compra de acciones y tenían un tipo interés muy bajo «Creo recordar que un 2%, cuando cualquier operación puede llegar al 7% o al 8%», señala.

Hasta ahora no ha tenido que pagar más que los intereses, pero a partir del mes próximo le tocará abonar también el principal. Serán «en torno a 3.000 euros mensuales» que afrontará «siempre y cuando la tesorería de la empresa me lo permita», porque tiene claro que, la otra alternativa, la de no pagar, puede tener peores consecuencias. «En el momento que no puedas hacerlo te van a meter en un registro de insolvencia, y quedas excluido del sistema bancario», remarca. «El banco puede ir contra mí y hundirme. Y luego, aunque un juez te dé la razón, el daño ya está hecho», apostilla.

No obstante, él ha optado directamente a la vía judicial. «Tengo que intentar solventar esta situación de alguna manera. No me creo lo que dice el Santander [sobre compensar a accionistas]. No tengo nada en contra de ellos, pero entiendo que les han regalado un banco y que lo que hacen es sacar informaciones para calmar a la gente».

«Yo no soy jurista. A mí me gusta hablar de sentido común. Y lo que me dice aquí es que ha habido, como mínimo, un expolio o una estafa. Es sangrante lo que han hecho. Con nocturnidad y alevosía, además».

Asegura que ha hablado «con mucha gente que está peor todavía. Te quedas sorprendido, la hay de todo tipo, pero sobre todo mucha pyme», concluye.