«Porque nunca sabes cuándo lo vas a necesitar tú. Porque tengo dos hijos, de cinco años y 12 meses. Porque he vivido un caso de cáncer en la familia y es muy doloroso. Porque te hace sentir bien poder ayudar a los demás. Porque, aunque al principio asusta, no cuesta nada». A Isabel de la Fuente, de 34 años y vecina de Mérida, le sobran motivos para explicar por qué se acaba de hacer donante de médula. Hace dos días que acudió al hospital para que le sacaran sangre. La misma será analizada para determinar su matrícula genética y esta extremeña entrará así en el registro oficial. «Hace unos años vi una foto de una niña en Mérida que necesitaba un trasplante y desde entonces lo he tenido en la cabeza. El problema es que me daba miedo porque antes era más frecuente la punción, pero ahora la mayoría de las donaciones de médula se hacen a través de una transfusión de sangre», explica. No obstante, le han informado que existe un pequeño porcentaje en que sí sería necesaria esa punción (que se hace en la cadera). «Pero ya no me asusta tanto», asegura.

Si aparece un paciente compatible con ella, la llamarán para que se lleve a cabo el proceso e Isabel sentirá qué significa ayudar a salvar una vida. Fue lo que le ocurrió a Ricardo Espada Belmonte, un pacense de 50 años que trabaja en una asesoría. Hace tres que decidió inscribirse en este registro de voluntarios. Apenas habían pasado seis meses desde que se hizo el análisis de sangre cuando lo avisaron. «En mi caso el método fue la transfusión. Para explicarlo es algo parecido a la diálisis. Grosso modo el proceso consiste en que te sacan sangre del brazo, extraen las células madre, y te la devuelven otra vez». En Extremadura no existe infraestructura para realizar ni este método ni la punción, de manera que se tuvo que desplazar a Sevilla (Madrid o Salamanca son también opciones frecuentes).

A Ricardo le hicieron un examen exhaustivo para comprobar su salud y tuvo un tratamiento estimulador previo para, precisamente, aumentar el porcentaje de células madre. «La experiencia fue muy positiva porque te tratan muy bien. Te cubren todos los gastos y, cuando todo pasa, te das cuenta de que realmente no cuesta nada, que no hay ningún riesgo y que puedes regalar una vida», asegura. Y añade: «Me siento mejor yo que el que lo ha recibido». De hecho, Ricardo sigue en el registro porque, aunque es complicado, podría aparecer otro paciente compatible (a los seis meses ya se puede iniciar de nuevo el proceso).

Tanto él como Isabel forman parte de esos 7.740 donantes de médula ósea que actualmente hay en Extremadura. Nuestra comunidad -siguiendo la tendencia nacional- ha experimentado una importante subida en el número de voluntarios. De hecho, el incremento ha sido de un 74% en los últimos cinco años. Si en el 2011 se apuntaron 277 extremeños, el año pasado fueron 1067 y las previsiones auguran que este 2017 el dato seguirá creciendo.

Desde 1992

El programa de donación arrancó en la comunidad a partir de 1992 y empezó a coger fuerza en 1996 con la creación de la Asociación para la Donación de Médula Ósea (ADMO) de Extremadura. Desde entonces, la solidaridad no ha dejado de multiplicarse.

El hospital de referencia en este asunto es el Infanta Cristina de Badajoz. Allí hay un equipo especializado que se encarga de determinar el DNI de cada sangre.

Tal y como explica la actual presidenta de ADMO, Virtudes Carrasco, este aumento de personas supone que haya más probabilidades de compatibilidad. «Si antes la estadístista general era de 40.000 donantes por un paciente, ahora ronda los 2.300 por paciente».

Carrasco también explica que, cuando se trata de hermanos, la compatibilidad sube al 25%. «Es, sin duda, el mejor escenario, pero solamente se da en uno de cada cuatro casos». En el 70% de las ocasiones el donante procede de fuera de la familia, esto es, un donante anónimo.

Una nueva vida

Así ocurrió con Andrés Sánchez Sánchez, que tiene 36 años, vive en Plasencia y es uno de los extremeños que ha recibido un trasplante de médula. Ocurrió en 2014. Solo sabe que fue una chica de 18 años. «Lo mío fue un caso de leucemia aguda. Concretamente padecía síndrome mielodisplásico, de manera que mi única salida era el trasplante. Tenía un 19% de células malas. Con un 20% el grado ya es muy agudo», explica.

Su eterna espera duró tres meses: un tiempo en que estuvo aislado en una habitación del hospital. Los días, sin luz alguna, eran interminables. «Yo sentía que me iba, que estaba al límite, que tenía que llegar ya... Te das cuenta de que tu vida depende de otra persona. Si antes creía en el ser humano, imagínate ahora...».

Andrés tuvo un donante cuya compatibilidad era 9 de 10. «No puedo estar más agradecido porque sigo vivo. Pero el médico me dijo: te quitamos una enfermedad mortal, pero te vas a casa con otra crónica». Y explica cómo se siente: «Cuando se produce un trasplante de riñón, puede ocurrir que el cuerpo rechace ese nuevo órgano. Pero cuando se trata de la médula es al revés: ese nuevo sistema que tienes no sólo rechaza a tu cuerpo, sino que lo ataca: los ojos, los pulmones...».

No obstante, poco a poco va mejorando. «Hay gente que en seis meses está recuperado. O, cuando se trata de niños, la mejoría es muy rápida», asegura.

Andrés cuenta que necesitó, además, muchas transfusiones de plaquetas. «Por eso es tan importante que se done sangre. Lo que pasa es que solo nos acordamos cuando nos pasa a nosotros o a alguien que tenemos cerca».

Desde ADMO, que gestiona todos los trámites de aquellas personas que quieren ser donantes, llevan a cabo numerosas campañas para concienciar a la ciudadanía extremeña y reconocen que en los últimos meses han vivido «una avalancha» sobre todo de gente joven: la media de edad oscila ahora entre los 18 y los 30 años (el caso del malagueño Pablo Ráez ha influido bastante).

La temida punción

Desde el Servicio Extremeño de Salud (SES) explican que existen dos tipo de trasplantes. El primero, el autólogo o autotrasplante, consiste en extraer médula ósea del propio paciente para tratarla y devolverla posteriormente. Este tratamiento se realiza en la región desde el año 2000 en el hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. 430 extremeños lo han recibido. El segundo se denomina alogénico: se trasplanta médula procedente de un donante que puede estar emparentado o no. Cuando se recurre a esta técnica, en un altísimo porcentaje de ocasiones el método empleado es la aféresis, esto es, una donación de sangre. «Sólo en casos muy raros se requiere realizar una punción de médula ósea en la cadera (cresta ilíaca), un procedimiento de escasa morbilidad pero que conlleva anestesia general», apuntan desde el SES.

«Es algo que decide el equipo médico que va a realizar el proceso, pero es cierto que el porcentaje es muy bajo. El problema es que cuando hay que acudir a esta técnica hemos tenido casos, pocos pero los ha habido, de donantes que al final se echan para atrás», añade Virtudes Carrasco. También recuerda otros en que se ha llamado a la persona voluntaria diez años después y sus circunstancias vitales habían cambiado, de manera que ya no era posible la donación. «Y una chica que nos avisó para que la quitáramos del registro porque le habían diagnosticado leucemia...».

En cuanto al porcentaje de éxito cuando se lleva a cabo un trasplante, desde ADMO indican que cada paciente reacciona de una manera, pero no aportan cifras concretas.

«Nunca se sabe cuándo te pueden llamar, pero pienso en mis hijos y me doy cuenta de que es algo que debo hacer, porque la realidad es que puedes convertirte en una ayuda fundamental», expresa Isabel, ya oficialmente nueva inscrita en el registro de donantes. Ricardo, que conoce la experiencia, no tiene dudas de que lo volvería a hacer. Y Andrés disfruta ahora aún más de la vida gracias a gestos altruistas de quienes, al menos, deciden intentar que su sangre pueda salvar a otra persona.