"El forense cuando acaba un caso lo cierra mentalmente por subsistencia. Para sobrevivir en este mundo hay que cerrar puertas. No puedes estar pensando en lo que ha sido y en el componente humano que conllevaba el caso". Así de contundente se muestra el director de la clínica cacereña, José María Montero, que asegura que es necesario no implicarse emocionalmente en un trabajo en el que se ven cosas desagradables.

Por eso, prefiere no recordar ningún caso especial a los que ha tenido que enfrentarse durante sus años como especialista en este campo. No obstante, el director de la clínica sí destaca el trabajo que desarrolló el equipo cacereño en un suceso ocurrido en el año 1991.

"Se produjo un homicidio en la prisión, en un sitio en donde investigar un delito es muy difícil, ya que suele levantarse un muro de silencio. Recuerdo aquello como un paradigma del trabajo bien hecho y sin grandes medios", indica el médico.

Los forenses hicieron un reconocimiento a todos los internos del módulo en el que se produjo el homicidio y se obtuvieron datos de pequeñas lesiones vitales para la investigación que luego permitió detener al culpable.