Cada mes, cada trimestre, cuando salen las cifras del paro registrado en el Sexpe o la encuesta de población activa, la EPA, los periodistas nos aprestamos a ejercer el mismo ritual de siempre: recoger los datos, compararlos con el mes o el trimestre anterior, con el mismo periodo del año anterior, compararlos con el resto de comunidades autónomas y sacar conclusiones, buenas o malas según los indicadores. Sospecho que la misma mecánica la hacen los partidos y los sindicatos. Los periodistas nos hacemos eco de sus valoraciones y además, en algunos casos, hacemos lo que en nuestro argot se llama “poner caras a la noticia”. Y salimos a la calle, nos vamos a la cola del paro y allí recogemos los testimonios de los que están sin trabajo, con su nombre y apellidos, con su situación personal. Son el drama de las cifras.

Confieso que me siento cansado de esa liturgia. También confieso que no sé escapar de ella porque creo que, como relato periodístico, cumple sus obligaciones de dar cuenta de lo que pasa (las cifras) y de quienes sufren las consecuencias de lo que pasa (la gente sin trabajo), pero si escribo esto es porque creo que todo se nos está quedando pequeño ante el drama del paro y que ya no vale, o no debería valer, contarlo siempre igual porque cada vez es menos igual que la vez anterior. No es una escalada; no es una cifra, no es una estadística que sube o baja. Es otra cosa lo que nos está pasando con el paro. Es una explosión. Es dinamita. Estamos viendo -yo así lo veo—cómo se nos está desmoronando el armazón mental que nos sirvió para plantearnos nuestras vidas. Si hemos hecho planes, si hemos creído que nuestros hijos podrían ganarse la vida con la educación que han recibido, si albergábamos la esperanza de que nuestros padres podrían vivir tranquilamente de su jubilación sin tener que compartirla con sus hijos y con sus nietos. Todo eso era la carpintería sobre la que descansaban nuestras esperanzas.

Todo eso es lo que creo que está saltando por los aires: nuestro futuro, los anhelos que teníamos depositados en él. Eso es lo que se está llevando por delante este paro enloquecido. Esa es la traducción exacta de lo que esconde el titular “17.300 parados más en Extremadura en el primer trimestre de la reforma laboral” y que yo, a pesar de que mi oficio es periodista, no soy capaz de contar.