A estas alturas de la película, y tal y como se aprecia que va el encuentro, habrá que decir que el PSOE subestimó a Monago desde el principio. Pensó que su sobreactuación cara al electorado acabaría por pasarle factura, que el tropezón sufrido en 2011 sería un simple sueño, y que todo el descalabro volvería a su ser en apenas una legislatura, pero cuando han pasado ya más de tres años y medio, y quedan cuatro meses para unas nuevas elecciones, es evidente que se confundió y aún peor: que ya es tarde para rectificar. Se ha creado un adversario más que solvente para Extremadura, el mejor que ha tenido el PP en toda su historia, porque también habrá que decir los anteriores ni le tosían al coloso electoral que por aquel entonces suponía el PSOE de Extremadura.

Ahora la guerra electoral se juega de tú a tú y eso representa un problema. Anteriormente pasaba como en la Fórmula Uno, que el PSOE siempre ocupaba la 'pole position' en el inicio de la precampaña, ponía a buen piloto al frente y ya era imposible rebasarle a lo largo de toda la carrera. Acababa por darle verdaderas palizas a sus adversarios: al PP sin duda, pero es que al resto, regionalistas e Izquierda Unida, casi los borraba de la carretera. En 2007 y con Vara como candidato novato después de otras seis veces con Ibarra, hasta les echó de la pista, dejando el Parlamento extremeño en un bipartidismo puro y duro con 36 diputados los socialistas nada menos y 29 los populares.

Esta vez, la cosa es radicalmente diferente. El PP ocupa la primera posición en la parrilla de salida, su coche ha mejorado notablemente y su piloto o candidato acude a la contienda asentado en el poder y con una buena valoración personal. Sólo tiene que tratar de presentar resultados y no salirse en ninguna curva para llegar a la meta. En cambio, el líder de la oposición se enfrenta a unos comicios desde la oposición cuando anteriormente fue gobierno, lo cual ya es un problema de partida, y su papel en las elecciones no sólo consiste en pasar al PP apenas se descuide, sino que, por lo menos, no le saque demasiada ventaja para que el resto de corredores, Podemos e Izquierda Unida en este caso, logren un buen resultado y pueda formar con ellos futuras alianzas postelectorales.

Quien se mueva estos días por la trastienda de los partidos podrá comprobar la de cábalas que se hacen en una y otra formación calculadora en mano: obtener mil votos más o mil votos menos en una determinada localidad o zona concreta de la región puede suponer hasta un diputado o dos, y de ahí un gobierno de la Junta o un retiro espiritual de cuatro años a la sombra de la oposición que nadie quiere. Queda claro que, a fecha de hoy, para que gobierne Monago tiene que ganar las elecciones. Parece una perogrullada, pero es que se puede gobernar perdiendo y en Andalucía está el ejemplo con el pacto PSOE-Izquierda Unida que ahora se quiere romper porque, dice Susana Díaz, que no funciona, aunque su interés parezca más enfocado a Madrid que a Sevilla.

Pero Extremadura es diferente y aquí la relación PSOE-Izquierda Unida parte de un odio visceral de los segundos a los primeros de toda la vida. Después del respaldo de avales obtenido por el dirigente extremeño de Izquierda Unida, Pedro Escobar, para volver a ser candidato, cualquier cosa es posible. Porque se desconoce qué respuesta puedan dar en las urnas los votantes el próximo 24 de mayo al comportamiento de la formación durante esta legislatura, pero lo que sí está claro es que la militancia está con su líder.

"Lo que decidan nuevamente las bases", dice Escobar sin esconderse cuando se le pregunta por la decisión de su formación si se presentara el mismo escenario que en 2011. Sin embargo, él sabe que perdiendo el PP la primera posición en la meta no serían posibles planteamientos similares. Izquierda Unida ha aprendido mucho esta legislatura, ser amo de la gobernabilidad les ha situado en una posición incómoda frente al electorado, pero a la vez les ha permitido jugar un papel fundamental en la región que tampoco está dispuesta a perder.