Aparecen entre febrero y abril, cuando va terminando el frío y se acerca la primavera, pero este año, la oruga procesionaria, un lepidóptero muy conocido por las filas o procesiones que forman en el suelo, que afecta especialmente a los pinos, empieza ya a verse en algunas zonas del país por las temperaturas suaves del otoño e invierno.

En Extremadura la plaga afecta de una forma u otra al 65% del pinar, a unas 97.000 hectáreas de las 150.000 que existen en la región, repartidas entre montes públicos, consorciados y privados, según los datos que maneja la Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio. La administración especifica que en este terreno afectado los grados de infestación son muy dispares y estima que en torno al 15% del pinar, unas 22.000 hectáreas, tiene un nivel de afectación más grave.

"A grandes rasgos, y considerando las medias de los años de mayor infestación, se considera que aproximadamente un 35% de la superficie de pinos de Extremadura no está afectada por procesionaria, un 50% lo está entre los grados 1 (bolsones en el borde) y 3 (bolsones generalizados en el borde de la masa pero con poca presencia en el interior) y un 15% del pinar tiene un nivel de infestación superior", señalan desde la consejería. Estos datos, para el profesor y coordinador del Grupo de Investigación Forestal de la Universidad de Extremadura, Guillermo González Bornay, no son exagerados y "conviene no alarmarse", señala.

Aunque la mayoría de los pinos rebrotarán cuando las condiciones meteorológicas vuelvan a la normalidad, la procesionaria es un problema por las afectaciones que acusa a las personas en forma de reacciones alérgicas y urticarias, tanto por contacto directo o por el aire, así como a animales de compañía y al ganado.

"Para algunos autores la procesionaria ni siquiera se considera una plaga, es una especie muy visible y llamativa, pero tenemos esa manía de considerar a los árboles como si fueran enfermos humanos y no tienen nada que ver. Los árboles son organismos que soportan a otros organismos que se alimentan de sus hojas u otras partes. La procesionaria es una especie ligada al pino en el ámbito mediterráneo, nunca desaparecerá mientras existan pinos y creo que el problema que se hace más patente es que afecta a la gente que las toca o las mascotas que se las comen, no tanto al arbolado", explica el experto.

Las temperaturas del otoño marcan en gran medida la expansión de este insecto, puesto que en esta estación se encuentran en fase de oruga más vulnerable. Si hace calor, como ha sucedido en los últimos años, sobreviven en gran número y tejen los característicos nidos colgantes o bolsones donde pasan el invierno. Luego, hacia febrero y marzo, descienden de los árboles y forman las procesiones. No obstante, es difícil prever su comportamiento. "Estos organismos tienen supeditados sus ciclos de vida a las condiciones climáticas y el clima mediterráneo es muy cambiante e impredecible. A pesar de que las condiciones sean buenas en el otoño pueden producirse otras circunstancias que pueden mermar las poblaciones. De todas maneras, la procesionaria del pino es difícil de combatir y hay que convivir con ella, a veces el remedio es peor que la enfermedad y las fumigaciones, por ejemplo, producen más problemas que ventajas, la eliminación de los bolsones es costosa y las aves insectívoras que las podrían consumir no suelen tener buenos puntos para nidificar. Por otra parte, la procesionaria digiere el pino mucho más rápido que su degradación natural y aporta estos excrementos al suelo", indica el experto.

Por estos motivos, en Extremadura no se realizan campañas oficiales de fumigación de la procesionaria del pino porque en general no son necesarias "y es más recomendable que el monte se autorregule", indican desde la consejería. Así, sólo se recomienda tratar en zonas de reforestaciones gravemente afectadas con árboles jóvenes que podrían morir, zonas de recreo o zonas de trabajos forestales por los problemas de salud que puede causar. En los últimos diez años se ha llegado a tratar hasta el 14% de la superficie total afectada, pero actualmente la actuación se ha reducido al 1% o 2%, señala la Administración. En el 2009 llegaron a tratarse más de 20.000 hectáreas de pinos afectadas por la procesionaria y durante 2015 apenas fueron 1.390 hectáreas. "La mayor parte de la superficie afectada sólo puede ser controlada mediante la aplicación de fitosanitarios por medios aéreos, no obstante, la Directiva de Uso Sostenible prohíbe de forma generalizada estos tratamientos".

El experto de la Uex insiste en la misma línea. "Erradicar la procesionaria es imposible, las cosas no funcionan así en la naturaleza, y de hecho no nos conviene. Ahora es cuando empezamos a conocer el papel real de la diversidad biológica y su implicación en la conservación del entorno y en nuestra propia supervivencia. No existe un producto que afecte a la procesionaria en exclusiva, afecta a otras muchas especies que pueden tener un papel esencial", advierte.

La procesionaria aunque a veces se le denomine plaga no suele matar a los árboles, a pesar de que se coman sus hojas y sigue ciclos de expansión pero también hay épocas en la que se reduce su presencia por diversas circunstancias.

En general, Bornay explica que los inviernos suaves favorecen el aumento de determinadas poblaciones, como puede ser la oruga procesionaria, "pero es difícil de predecir qué va a pasar en el futuro porque el calentamiento afectará a todo el conjunto de especies, unas se verán favorecidas y otras perjudicadas". Para concluir, aclara que "las condiciones meteorológicas influyen claramente en la dinámica de las poblaciones de las especies pero la aparición de lo que denominamos plagas tiene más que ver con la mala gestión de los recursos".