En Marat-Sade , enfermos de un sanatorio mental montan una función sobre la Revolución Francesa de 1784. En escena, junto a los enfermos ahora convertidos en revolucionarios, el médico, periodista y activista revolucionario Jean Paul Marat (Pedro Casablanca) y el aristócrata y escritor Donatien Alphonse François de Sade (Alberto San Juan. Estos dos cabecillas que impulsan por dos vías paralelas la idea del cambio social. Con sangre o sin sangre. Con la palabra o con el arma. Por la vía del placer o por la de la violencia. Este es el conflicto que plantea la obra de Peter Weis, una de las piezas claves del teatro del siglo XX.

Casi puede decirse que además del texto en sí, la repercusión que provoca procede de cada montaje que se estrena. Es una obra que requiere grandes dimensiones escenográficas para ser contada. Y lanza esos gritos sobre la revolución, que aún resuenan en el inconsciente asociados a la utopía, pero también a la convulsión, a la incertidumbre, a los crímenes en tiempos de mudanza. Para quienes se acerquen al teatro López de Ayala de Badajoz hoy y mañana, los días finales del Festival de Teatro y Danza Contemporáneos, será un motivo de reflexión.

PROVOCACION Podría pensarse que Animalario era el grupo adecuado para una revisión del Marat-Sade . Agitadores y comprometidos, sus componentes han traído al teatro español una provocación que se echaba en falta. Sea para tratar de la pedofilia (Hamelin , Premio Nacional de Teatro, 2005) o la boda de la hija del expresidente José María Aznar (Alejandro y Ana ), el montaje que les lanzó a la fama.

Con sus nueve montajes, la compañía ha atraído al público y a la crítica. No sólo por los actores, hoy conocidas caras en la televisión y el cine (Alberto San Juan, Guillermo Toledo, los más conocidos, y quienes fundaron el grupo en 1996), sino por una forma de trabajar que el director de la compañía, Andrés Lima, define como "libre. Decimos lo que queremos, lo que nos apetece, no lo que nos conviene".

Este reconocimiento les ha llevado a producir para el Centro Dramático Nacional Marat-Sade .

No se puede pensar en esta obra en España sin remitirse al montaje que realizó Adolfo Marsillach en 1968. Su propuesta fue un escándalo. Teatral y político. Bajo la dictadura, proclamas públicas como esta en España, aunque fueran de ficción, eran miradas como un ataque. La lectura en clave de aquel histórico montaje provocó un terremoto cultural que mostró el papel del teatro como agitador. La obra sólo duró tres días en cartel y fue prohibida.

EDAD "Yo tenía de pequeño un librillo de teatro donde había referencias a ese montaje", declara Andrés Lima, el director de este nuevo Marat-Sade . Por edad (nació en Madrid en 1961) no llegó a ver aquella representación, de manera que no ha tenido en cuenta para su propia versión.

"Ideológicamente era otro momento --explica--. A los diez minutos se gritaba la palabra revolución y el teatro se venía abajo. Hoy creo que Marat-Sade tiene una visión más perversa. Peter Weis escribió esta pieza en 1963. Su representación en Estocolmo, una sociedad parecida entonces a la España de hoy, removió muchas conciencias. Hoy puede ser vista como un revulsivo tanto para la izquierda como para la derecha, porque en el fondo critica las posturas conservadoras. Pone en evidencia cómo para preservar la igualdad se aplica el terror, algo que, por ejemplo, hizo Stalin en la Unión Soviética. Y esa perversión se ha seguido ejerciendo posteriormente".

Una de las claves del montaje se encuentra antes de su estreno el pasado febrero. Durante unos doce meses, Lima y actores del montaje trabajaron en un taller sobre locura y revolución con enfermos mentales del sanatorio Doctor Esquerdo en Madrid.

"Pasamos ratos agradables y lo dispusimos de tal manera que para los enfermos no resultara traumático --cuenta Andrés Lima-- Intercambiamos experien-