Si alguna vez se quiere hacer un estudio en Extremadura de cómo convertir un tecnócrata en político habrá que hacer una reserva especial para Trinidad Nogales. La consejera de Educación y Cultura extremeña apareció al comienzo de la legislatura con su perfil técnico bajo el brazo, con ese prestigio que destilan los investigadores e historiadores que hace a muchos preguntarse qué hace aquí esta buena señora, educada y elegante, con lo bien que estaba en su plaza de conservadora del Museo de Arte Romano. Pero a medida que ha ido avanzado la legislatura todo ha cambiado, su quehacer político ha crecido hasta el punto más alto.

Ocurre siempre, dicen lo más veteranos, todo se mezcla y al final el partido político, el sentimiento de grupo, fagocita lo demás. Ocurre en el PP, en el PSOE y también en el resto de formaciones. Que se lo digan, si no, a los consejeros tecnócratas que también fichó en su momento Ibarra o Vara. Llegaron al Gobierno desde la empresa privada o la mismísima Universidad de Extremadura y acabaron siendo del partido más que quien los nombró.

Trinidad Nogales se fajó ayer en batalla con Luciano Fernández. El diputado socialista, que se las sabe todas porque es de los más veteranos de la Cámara, le arreó de lo lindo a la consejera, escenificando con el conocido tono que profesa la difícil situación que a su juicio padece la educación en nuestra región tras cuatro años de gobierno del PP. El panorama que pintó su señoría era desolador cuanto menos, a lo que Trinidad Nogales respondió sin la tibieza de otra época, lanzando el discurso ya aprendido de que, mejor que defenderse, atacar. No en vano, el PSOE no es virgen y puro, ya estuvo muchos años en el gobierno con plenas competencias en educación, y tiene por donde callar.

La consejera pintó el socorrido argumento de la herencia, relató las fatídicas cifras del informe PISA de antaño, habló del abandono escolar de antes y de ahora, de inversiones, Formación Profesional, aprendizaje de idiomas y acabó con la frase de que "ustedes llenaron las aulas de ordenadores y de cables que, a la postre, no sirvieron para nada", todo ello sin dejar de acusar a su interlocutor de haberle azotado, políticamente hablando, toda la legislatura y emplear cada vez que puede "un tono grandilocuente e histriónico que podrá servir para su bancada, pero no para el resto".

Nogales ha acabado su máster en política. Ya está curada para embarrarse cada vez que quiera en esta faceta. Su papel de técnico ha quedado en un segundo plano. Como decía ayer mientras hablaba un compañero: "esta mujer ha pasado del buenismo definitivamente".