La Asociación Extremeña de Afectados por el Ruido (AEDAR) ha recibido con aplausos que todos los ciclomotores deban someterse a la revisión de la ITV, una medida con la que esperan que mejore el bienestar en las ciudades extremeñas. Y es que muchas de las quejas que recibe este colectivo se refieren a las molestias producidas por las motos, en especial aquellas que circulan con el escape libre. Ahora esperan que la normativa "no caiga en saco roto y que se aplique con contundencia", afirma uno de sus portavoces. Por ello, exigen que se controle la aplicación de una medida que "ha llegado tarde", con el fin de acabar con la "falta de control que ha habido hasta ahora con este tipo de vehículos".

Las molestias que provoca el ruido de las motos es "sin duda", el que más citan los extremeños cuando son preguntados por los las emisiones sonoras que más le molestan. Así lo afirma Valentín Gómez, uno de los profesores que forman parte del Laboratorio del Ruido que tiene en marcha la Universidad de Extremadura. Los valores que pueden alcanzar el ruido de los ciclomotores que circulan con tubos de escape en mal estado, los que se utilizan para conseguir más potencia, o aquellos que directamente circulan a escape libre, superan con gran facilidad los límites marcados por la Organización Mundial de la Salud como peligrosos para la salud. Este punto está establecido en los 65 decibelios, mientras que hay ciclomotores que pueden rebasar fácilmente los 90.

Desde AEDAR advierten además que el ruido que producen los ciclomotores que no respetan los niveles permitidos no son constantes ni se puede predecir en qué momento se van a producir, lo que puede provocar grandes trastornos en el sueño a personas con dificultades para dormir. Pero no es la única consecuencia. El estrés, la pérdida de atención o la dificultad para comunicarse son otras de las secuelas, que se complican cuando empiezan a producir afecciones cardiovasculares, conductas agresivas, dificultad de convivencia e incluso el retraso escolar. Detrás del ruido también se esconde un incremento de los costes sanitarios, la baja productividad en el trabajo e incluso la pérdida del valor de los inmuebles situados en zonas ruidosas.

Según los expertos las personas que sufren en sus casas ruidos externos a partir de 30 decibelios tienen dificultad para conciliar el sueño, y a partir de los 45 hay una elevada probabilidad de que, si está dormido, se despierte. Cuando el nivel alcanza los 55 decibelios, se sufre un malestar moderado en horas diurnas, y a 65 hablar se vuelve extremadamente complicado. Tanto, que a los 75 decibelios se produce una pérdida de la capacidad auditiva a largo plazo, y a partir de los 110 a corto plazo.