Municipio de Ahillones, al sureste de Badajoz, entre Berlanga y Llerena, con 989 habitantes censados. Cuenta con 420 viviendas habitadas todo el año. Sin embargo, su ayuntamiento gira 820 recibos de agua que se abonan puntualmente. La explicación es que hay muchas casas vacías, pero sus propietarios no dan de baja el servicio. Se trata de vecinos que residen en Madrid, Cataluña, País Vasco o Andalucía pero cada año acuden varias veces al pueblo, sobre todo en los meses de julio y agosto. Son los "emigrantes", hombres y mujeres que, a pesar del tiempo transcurrido desde su marcha, en los 50, 60 o 70, siguen llenando decenas de pueblos en Extremadura todos los veranos, una cuestión que parece haberse acentuado los últimos años con sus descendientes de segunda y tercera generación. Y es que la rebaja del poder adquisitivo de la gente, como consecuencia de la crisis, ha obligado a muchos a echar la vista atrás y buscar la tranquilidad del pueblo, donde la nostalgia o el vínculo familiar se mezclan con que todo resulta mucho más barato.

El caso es que esta circunstancia, sumada al turismo de interior, sobre todo en el norte de Cáceres, hace que muchos municipios extremeños dupliquen e incluso tripliquen su población, lo que supone en la práctica agrandar los ingresos económicos que recibe la localidad, pero también un montón de quebraderos de cabeza para los ayuntamientos. Aunque muchos servicios están mancomunados y otros los atienden las diputaciones provinciales, al final los que están al pie del cañón son los alcaldes.

Rosendo Durán, regidor de Ahillones, cuenta que siempre cara al verano se arreglan las calles, se adecúa la piscina municipal que se llena de gente, se prevé un mayor consumo de agua, se amplía el horario de alumbrado público o el de recogida de basuras que lo hace la Diputación y es que "con más gente, evidentemente más trabajo". Así y todo, no se queja: "es riqueza que llega al pueblo, y también más vida". Según cuenta, "los hijos de los emigrantes venían de chicos y se perdían por el pueblo, los padres no les echaban cuenta; luego se hicieron mayores y dejaron de venir y ahora vuelven otra vez siendo padres para que sus hijos tengan esa misma experiencia".

No existe un estudio que determine qué población 'flotante' acude a la región cada año, pero por ejemplo en Castilla y León los municipios de menos de 10.000 habitantes --donde más se experimenta este fenómeno--, pasan de tener una población censada de 885.840, a 2.083.374 en periodo estival, según los datos de la Universidad de Valladolid.

En Extremadura, desde la Federación de Municipios y Provincias (Fempex), su presidente, Fernando Pizarro, dice que los alcaldes, sobre todo de los pueblos más pequeños, están para todo, ejercen sus funciones a pie de calle y nada les coge por sorpresa, se puede decir que la 'invasión' de forasteros que supone cada verano está perfectamente planificada y presupuestada, de manera que se asume con total naturalidad. Según apunta, hay localidades extremeñas que en su momento fueron muy castigadas por la emigración y, en consecuencia, ahora reciben decenas de visitas, a las que suman en el caso del Valle del Jerte y en norte de Cáceres en general la amplia afluencia de turistas que acuden buscando alojamiento rural.

"En Jarandilla de la Vera pasamos de 3.000 a 10.000 vecinos con todo lo que ello implica", dice su alcalde, Víctor Manuel Soria, quien señala que si en su día emigró una pareja de lugareños, ahora vuelven al pueblo cinco o seis pues acude toda la familia. Se todas formas, esta localidad también goza de la afluencia de un amplio número de madrileños que vienen buscando buen clima y, a la vez, la tranquilidad que ofrece el núcleo rural. Todo ello lleva aparejado duplicar servicios, lo cual resulta a veces enormemente complicado puesto que la ley impide hacer contrataciones de personal. Así y todo, él nota de un tiempo a esta parte un gran interés por lo rural, lo que supone un gran empujón a las economías de los pueblos.

APARCAMIENTO En El Torno o Casas del Castañar pasa igual. En ambas localidades del norte de Cáceres la población sube sobre manera en estas fechas. En el primer caso, su alcalde, Julián Elizo, indica que la población, que ronda los 900 habitantes en invierno, sube hasta los 3.000 en verano. Se trata en su mayoría de personas vinculadas familiarmente a la localidad, si bien últimamente están surgiendo habitantes que han adquirido viviendas en el pueblo sin tener conexión ni raíces en Extremadura. "Son gente del País Vasco, Andalucía, Melilla e incluso tres casos de la Isla del Hierro, en Canarias, que han venido por aquí por amigos o porque buscaban algo distinto, se han enamorado de esto y han decidido comprar una casa", señala. Los dos problemas que generan los visitantes básicamente son el abastecimiento de agua, dado que El Torno se surte de un manantial y en épocas de sequía escasea; y el aparcamiento: no es lo mismo coches para los habitantes de siempre que aumentar el parque móvil al doble en un pueblo de montaña cuyas calles están en pendiente.

En Casas de Castañar, 620 habitantes, su alcalde, Alvaro Ramos, refleja un panorama simular, dado que el municipio pasa a contar con 1.200 o 1.500 vecinos en julio y sobre todo en agosto. En su opinión, este fenómeno se da desde siempre, si bien ha habido épocas de descenso. Ahora acuden masivamente, lo que da más ventajas que inconvenientes, dado que dejan dinero y generan puestos de trabajo. "La gente viene al pueblo y ve que hay los mismos servicios que en la ciudad pero con mucha menos gente y se dice: qué chollo".

En Peraleda del Zaucejo hace ya tiempo que se decidió cambiar la feria del pueblo, que se celebraba el día de San Pedro, el 29 de junio, al 7 de agosto. La razón: hacerla coincidir con los emigrantes. Esta localidad de la Campiña Sur, cerca de Castuera, casi duplica su población en verano. En los años 60 empezó a emigrar mucha gente, estableciéndose una vinculación especial con Sant Boi de Llobregat. Actualmente, dicen en el pueblo que hay tantos peraledenses enterrados en Sant Boi como habitantes tiene Peraleda.

Su alcalde, Antonio González Torres, dice que el ayuntamiento planifica este alza poblacional anualmente y se asume como algo normal. Se buzonean recomendaciones acerca de la basura y se sabe que el bombeo para el agua de pozo del que se nutre el municipio debe ser mayor. Pero el vínculo no se rompe, sean padres, después hijos y ahora nietos. Y el pueblo vive el mayor dinamismo del año, lo que lleva aparejado un espaldarazo económico para todos.