Como castigo caído del cielo por portanos mal, los extremeños nos hemos visto inmersos en el plazo de 2 meses en dos debates que poco o nada ayudan a solucionar los verdaderos problemas de la región. El 6 de noviembre nos enredamos con los viajes de Monago a Canarias. Una discusión que dividió a los extremeños en tres, aquellos que confían en la palabra del presidente, aquellos que enarbolan las informaciones que le acusan de realizar los viajes a costa del Senado y, por otro lado, aquellos que a estas alturas ni sienten ni padecen porque están curados de todo espanto.

21 días después, el día 27 de noviembre, comenzamos a discutir sobre un tema que perfectamente podía haber estado en la palestra al inicio de legislatura: el aprovechamiento de la casa del presidente, la idoneidad de que el presidente resida o no en Mérida, las ventajas e inconvenientes de la decisión, la obligación moral en coherencia con los tiempos de crisis, la obligación de aceptar las reglas regionales que se establecieron en Extremadura en el año 1983 o simplemente consultando y consensuando la decisión con el resto de grupos parlamentarios y por qué no, con colectivos o agentes sociales de la región, pero nadie ha dicho nada hasta ahora. Un debate suscitado a raíz del anuncio de la venta de la casa el día que Monago comparecía en la Asamblea para dar explicaciones sobre los viajes y que de no haber sido por ese paso al frente hoy no estaríamos hablando de plataforma, concentraciones, cambio del plan de general de urbanismo o reuniones entre alcalde y presidente.

Si bien hace 3 años este debate se hubiera desarrollado en unos márgenes de respeto entre los ciudadanos extremeños o bien esta cuestión se hubiera promovido sin contar con el efecto cortinilla con el que nació, en este momento de crispación política, social y económica, la discusión está despertando viejos fantasmas preautonómicos y de principios de la autonomía que, sin duda alguna, minan el objetivo de seguir creando región y hacer que prevalezca el concepto global-regional antes que los fuertes localismos y el café para todos que desde siempre han lastrado el crecimiento como territorio.

Un objetivo que desde que comenzó el siglo XXI ha pasado a un segundo o tercer plano y que está hipotecando el futuro de la comunidad. Si no se siembra conciencia regional extremeña, no será posible nunca recoger el fruto de una sociedad unida en torno a una misma razón. A pesar de ello, seguimos admirando desde la parsimonia la labor que en este sentido realizan en otras comunidades.

La venta de la casa del presidente, muy lejos de ser un tema de vital importancia, ha vuelto a exacerbar los localismos más catetos que aunque parecían cosa del siglo pasado, siguen estando vigentes en el siglo XXI. Badajoz contra Mérida, Cáceres contra Mérida, Mérida contra el mundo y así la historia vuelve a escribirse en un mal planteamiento del enfoque regional que debe prevalecer ante todo.

Aquella solución que debió ser salomónica, es decir, sabía y que contentaba a todas las partes, se ha convertido con el paso de los años en un trámite encubierto que ha faltado al respeto tanto al Estatuto de Autonomía como a la propia ciudad de Mérida.

LO QUE SUPONIA para Extremadura fortalecer el centro de la región levantando entre todos una ciudad Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en un acto continuo de agravio comparativo entre las tres principales ciudades extremeñas. Suele decirse que la mejor medicina para la tolerancia es viajar, pues bien, llegado el caso creo que aún no nos conocemos ni toleramos lo sufiente entre los extremeños. Luego vendrán de fuera a decirnos lo que tiene nuestro vecino con el que compartimos territorio.

Tras 31 años de autonomía, Mérida sigue sin disponer del estatuto de capitalidad ni con la sede de la Delegación del Gobierno que sigue ubicada en Badajoz. Eso en el terreno "simbólico". No entraremos en las inversiones que simplemente por ubicación corresponderían a Mérida. Insisto, menos mirarse el obligo y mirar más allá de la plaza Alta, de Cánovas o de la calle Santa Eulalia. Extremadura será más sólo si abandonamos por completo los localismos neandertales. Otra cuestión es que se deseen cambiar las reglas del juego que tanto costó establecer hace tres décadas.

Para ello y para dar ejemplo, lo primero que hay que hacer es aceptar las reglas fijadas y empezar a caminar con todas las piezas puestas en su sitio. Y es que lo único que provocan este tipo de asuntos es la división del pueblo extremeño. Una táctica recurrente y utilizada en otras ocasiones para lograr la victoria. Divide y vencerás que decían Julio César y Napoleón . Los tiempos que corren invitan a ello. Las fuerzas emergentes y el descontento social favorecen desde el egoísmo la puesta en marcha de medidas disgregadorass en vez de proyectos integradores.

Badajoz ya tiene su camino marcado. Es la ciudad más poblada, comercial y empresarial de la región con su cada vez mayor carácter fronterizo. Cáceres deber seguir apostando por sacar más provecho a su patrimonio y ser una ciudad volcada hacia el turismo y los servicios. Debe volver a ser referente universitario y trabajar para sumar empresas a sus polígonos. Mérida es turismo y servicios pero también es cruce de caminos desde hace 2.000 años, cuestión que no se está aprovechando lo suficiente. Es el proyecto de Extremadura como autonomía.

Todo aquello que tenga que ver con el rumbo de Mérida como capital será el indicador de la salud de Extremadura como comunidad. Motivos más que de sobra para seguir siendo capital de Extremadura a todos los efectos y con todas las de la ley. El resto sólo servirá para despertar viejos fantasmas del pasado que ya va siendo hora de dejarlos descansar.