El coche de alquiler está aparcado cerca de la puerta vallada de Neverland, en la estrecha Figueroa Road, en el bucólico valle de Santa Ynez. En él viajaron desde Los Angeles un mexicano, una española, un estadounidense y un danés, cantando a pleno pulmón Human nature. Los cuatro no se conocían, pero las ganas de honrar a Jackson les llevaron hasta Los Angeles.

Y decidieron que si un sitio era apropiado para decir adiós a su ídolo era el rancho que este convirtió en parque de atracciones y refugio, en mansión de sueños y nunca probadas pesadillas, hoy enorme caserón desamueblado, plagado de fantasmas, relanzado como plató de lujo para las televisiones.

"Te estamos esperando, Michael", claman con sus pancartas. En vano. Las puertas de Neverland no se abren para sus fans. Pero ellos siguen allí. Cerca de ellos, con su cámara de 5.000 euros, el paparazo Ricardo Mendoza, que el día 25 grabó el vídeo de la ambulancia en casa de Jackson, trabaja, pero también está de luto. Y en los paneles que se están llenando de firmas, Mendoza deja su mensaje para un hombre al que llama su "amigo" tras años de encuentros, seguimientos y flasazos: "Tu energía sigue viva. Haz un moonwalk en el cielo".