El Gobierno de Bagdad no está dispuesto a ceder ante las milicias del clérigo radical Moktada al Sadr. El primer ministro, Nuri al Maliki, ha dado 72 horas de plazo a los militantes del Ejército del Mehdi, que combaten desde hace dos días a las fuerzas de seguridad iraquís en Basora, para que entreguen las armas y se rindan. De lo contrario serán "severamente castigados". Washington ha aplaudido cómo el Ejecutivo iraquí está haciendo frente a la crisis, a pesar del grave riesgo de un enfrentamiento armado en el seno de la familia chií, hoy en el poder en Irak.

Los combates continuaron ayer en las calles de Basora, ciudad petrolífera del sur del país, y en algunos puntos de Bagdad. En la capital, varios proyectiles impactaron en los barrios de Karrada y Risala y en la Zona Verde, el búnker sede del Gobierno iraquí y de las legaciones del Reino Unido y EEUU. También hubo enfrentamientos en Kut, Hilla y Diwaniya. Desde que estalló la crisis, el martes, el número provisional de muertos supera ya el medio centenar. El ultimátum de Maliki vence mañana viernes. "Aquellos que fueron engañados para tomar las armas deberían rendirse y comprometerse por escrito a que no volverán a hacerlo", dijo ayer en un comunicado que fue leído en la televisión estatal.

PRUEBA DE FUEGO Para las autoridades iraquís, la ofensiva sobre Basora es una prueba de fuego para demostrar que son capaces de lanzar una operación militar por sí solos, sin la ayuda de fuerzas extranjeras. Para EEUU, Sadr es uno de sus principales enemigos, contrario a la presencia de tropas extranjeras en Irak y la voz chií más crítica con el Ejecutivo. El Gobierno de Bagdad desea liquidar cuanto antes toda resistencia, no solo por el temor a que se extienda por el país, sino también porque, de prolongarse, podría afectar a la maltrecha economía iraquí. Por el puerto de Basora sale el 90% del petróleo que exporta Irak.