Ha llegado la hora. El Consejo de Seguridad de la ONU recibirá hoy el informe de los inspectores sobre el desarme de Sadam Husein y tendrá que tomar una decisión crucial sobre el futuro de Irak. El Gobierno de José María Aznar no es ajeno a esa decisión, ya que, desde el 1 de enero pasado, España ocupa un asiento en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente, con derecho de voz y voto. A lo largo de la crisis, el jefe del Ejecutivo ha seguido la estela del presidente de EEUU, George Bush, con quien está en permanente contacto telefónico. La postura del Aznar ha registrado ciertos cambios y vaivenes dictados por las circunstancias, ya sea la presión internacional o las necesidades derivadas del despliegue de fuerzas norteamericanas. Pero esos giros siempre se han hecho al compás de Washington.

De afirmar el 11 de septiembre pasado que apoyaría a EEUU en una guerra "con o sin nueva resolución de la ONU", el presidente se vio forzado a respaldar la resolución 1441, de noviembre pasado, que estableció la reanudación de los trabajos de los inspectores del desarme y les concedió un plazo de 60 días para entregar un informe al Consejo de Seguridad. La resolución advierte a Husein de que el incumplimiento de las exigencias de la ONU le acarreará "graves consecuencias".

Aznar, en la línea de EEUU, ha afirmado desde entonces que dicha resolución es la "última oportunidad" para Bagdad y contiene implícita la autorización para una eventual guerra. Francia, artífice de la resolución, mantiene por el contrario que el texto no lleva un automatismo bélico y que para llevar a cabo una guerra es necesaria otra resolución que la autorice de modo expreso. De lo contrario, se actuaría fuera del marco de la ONU.

Más adelante, ante la presión internacional contra la guerra y la posibilidad de que el informe de los inspectores no tuviera la contundencia deseada por Washington, Aznar modificó de nuevo su discurso y comenzó a alegar que una nueva resolución era "posible, pero no necesaria" para una eventual guerra. El jefe del Ejecutivo también coincidía con Bush en que era inoficioso dar más tiempo a los inspectores. Sin embargo, el informe sobre Irak, entregado el 27 de enero, supuso un golpe para las aspiraciones bélicas de Washington, ya que, al tiempo que denunciaba la falta de colaboración de Husein, destacaba avances en los trabajos. El Consejo de Seguridad concedió un nuevo plazo --que vence hoy-- para la misión de Hans Blix y Mohamed El Baradei.

La nueva situación obligó una vez más a Aznar a matizar su discurso. El 30 de enero, el presidente se reunió en Madrid con su colega británico Tony Blair, y en rueda de prensa conjunta proclamó que consideraba "deseable" una nueva resolución de la ONU. Días después, en su comparecencia en el Congreso de los Diputados, abogó por dar "unas semanas" más de tiempo a los inspectores, si bien se mostró, como siempre, convencido de que será un esfuerzo inútil. Utilizando la misma terminología que la Administración estadounidense, Aznar sostiene que los inspectores "no son detectives, sino notarios" del desarme de Bagdad.

EEUU sólo promoverá una resolución si tiene garantías de que su texto no impide la guerra. En esa línea, el Gobierno español está en favor de una resolución que "constate" la rebeldía de Husein, según explicaron fuentes oficiales. Aznar mantiene invariable su tesis de que la 1441 autoriza una operación bélica.

El miércoles pasado, el presidente dijo en el Congreso que esperará el informe de los inspectores para fijar la posición de España en el Consejo de Seguridad. También afirmó que no ha comprometido tropas para una eventual guerra. Pero, en su visita a la Casa Blanca en diciembre pasado, ya ofreció a Bush las bases, barcos de vigilancia y tropas para la posguerra, antes incluso de que los inspectores entregaran su informe del 27 de enero.

Bush ha dicho que aceptará una nueva resolución sólo si "permite la acción". Todos los indicios permiten suponer que la guerra es inevitable e inminente. Es difícil imaginar que Aznar, que ha hecho de la relación con Washington el eje de su política exterior, se desmarque de George Bush.