Cuando aún no ha cumplido un año como primer ministro y arrastrando sondeos adversos, Gordon Brown se enfrenta a la primera rebelión interna de su mandato. Una reforma fiscal muy impopular, que afectará a quienes tienen menos ingresos en el Reino Unido, ha provocado la movilización de los laboristas opuestos a la medida.

El grupo disidente, que ayer contabilizaba al menos 39 de diputados del partido en el Gobierno, ha firmado una moción atacando la supresión de la escala más baja del impuesto sobre la renta, que era del 10%. Ahora lo mínimo que se pagará será el 20%. La subida, unos 350 euros más al año, recae en los ciudadanos más pobres, unos 5,4 millones de británicos, que son también tradicionales votantes de los laboristas. Brown se reunió el lunes con los parlamentarios de su grupo, pero no logró desactivar la operación de quienes pretenden desafiar su autoridad presentando en la Cámara de los Comunes una moción para impedir la reforma.

El desafío tendría lugar la misma semana en la que están convocadas elecciones municipales. La jornada del 1 de mayo servirá de termómetro para medir el grado de descontento ciudadano con el sucesor de Tony Blair.