En un gesto inusual y significativo, el presidente de EEUU, George Bush, interrumpió el viernes sus vacaciones de Semana Santa en Camp David para hablar con firmeza en favor de su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuya dimisión han solicitado seis respetados generales que cuestionan su liderazgo en la intervención en Irak. El vehemente alegato de confianza en Rumsfeld se interpreta como una señal del presidente a los militares de que criticar al secretario de Defensa es atacarle directamente a él.

"El enérgico y firme liderazgo del secretario Rumsfeld es lo que se necesita en este momento crítico. Tiene todo mi apoyo y mi profundo aprecio", dijo en un comunicado Bush, que rara vez se ha pronunciado de forma tan tajante para defender a un miembro de su Gabinete.

La intervención de Bush pareció imprescindible en la Casa Blanca, aunque el presidente suma ahora al descenso de apoyo en las encuestas las críticas de los militares. Mientras Rumsfeld, que por el escándalo de Abú Graib presentó dos veces su dimisión, anunció su intención de seguir en el cargo. "Si cambiáramos de secretario de Defensa cada vez que dos o tres de los miles de almirantes y generales están en desacuerdo, sería como una noria", dijo en declaraciones a Al Arabiya.