Hoy habrá en la ciudad de Roma más de cinco millones de personas: casi un forastero por cada romano, según las cifras oficiales. Es una aglomeración nunca vista en el planeta. El fin de la segunda guerra mundial reunió a dos millones en Nueva York, pero en su mayoría eran habitantes de la misma ciudad. Un millón se concentró en Teherán para la vuelta de Jomeini, y las manifestaciones del 2003 en las capitales europeas contra la última guerra de Irak congregaron entre uno y dos millones.

En estas horas todo es exagerado en Roma. Los ciudadanos de a pie avanzan durante más de 17 horas para ver a su papa, regados con pulverizadores cuando el sol está más alto, moviéndose entre decenas de miles de orines ajenos y restos de otros cientos de miles de botellas de agua mineral. Más de 200 jefes de Estado y de Gobierno se sentarán mañana codo a codo en la basílica de San Pedro para rendir homenaje a un papa del que la mayoría de ellos no escuchó sus enseñanzas: sobre la guerra preventiva, las desigualdades económicas, el capitalismo salvaje, el aborto, la esclavitud humana, los niños soldado, la libertad de información y los derechos humanos.

Los poderosos no se han agregado a las colas de personas que ayer afrontaron la humedad de la noche y el calor del magnífico día primaveral para poder pasar, tan sólo durante cinco segundos, frente al cadáver de Karol Wojtyla, de cara ya lívida y desencajada después de tantas horas de exposición y sin haber sido embalsamado.

Los recomendados no hacen cola. Como el equipo del Roma, que homenajeó ayer al Papa que en vida llenó los estadios de jóvenes, mientras paralelamente se vaciaban las iglesias. A Totti se le saltaron las lágrimas.

Los 40 millones de teléfonos móviles de Italia recibieron mensajes de Protección Civil como éste: "A causa del enorme flujo, desde miércoles a las 22 cierre del acceso a la cola para saludo papa. Viernes stop al tráfico en Roma, pantallas en plazas". El municipio ha decidido cerrar la ciudad a cal y canto desde la pasada medianoche, y el Vaticano puso fin anoche al acceso a la cola para ver la capilla. "Los que lleguen a las diez de la noche podrán ver al Papa sólo mañana por la tarde", advirtió Protección Civil.

Once pantallas gigantes han sido instaladas en otras tantas plazas, estadios y lugares sagrados de la capital, para seguir los funerales por Karol Wojtyla.

"Por amor. Estamos aquí por amor", responden cuando el cronista pregunta por el secreto de tanta paciencia en las colas hacia el Vaticano. "Viajaste a todo el mundo, ahora es el mundo el que va hasta ti", reza una enorme pancarta que sobresale la compasada masa humana que se desplaza por las estrechas calles medievales de los alrededores de san Pedro.

Agradecimiento

La mayoría de las personas enarbolan pequeñas pancartas, con una sola palabra, "Gracias". Cada grupo en su idioma. Una concentración nunca vista y que Wojtyla habría apreciado.

Estación de metro Anagnina, ayer por la mañana. Es la primera parada del metro de la capital, allí donde llegan una parte de los autocares que desde toda Europa viajan hacia Roma. Miles de polacos descienden, cansados o dormidos, de 100 vehículos a la vez. Han viajado toda la noche y se irán mañana con el amanecer, sin dormir. Desaparecen en el metro y vuelven a reaparecer en Octaviano-San Pietro, a 15 km. de distancia. Algunas fuentes calculan que son más de un millón. La afluencia masiva de polacos se espera mañana y se teme que mucha gente salga a la carretera con sus vehículos.

Estación Termini, ayer a mediodía: 1.400 agentes de Protección Civil acogen a los viajeros de centenares de trenes extraordinarios y los dirigen hacia autobuses urbanos que van directamente al Vaticano, al ritmo de uno cada minuto.

¡Ni César Augusto en el año cero consiguió tanto éxito de público! Nadie se explica dónde duerme esa porción de humanidad que se ha citado en Roma para despedir a Juan Pablo II el Grande .