Barack Obama y Hillary Clinton volvían a estar ayer en Indiana y Carolina del Norte donde han estado desde principios de marzo: ella con la necesidad imperiosa de ganar para convencer a los superdelegados de que la carrera debe continuar y él con la exigencia de vencer para que los superdelegados den por zanjado el pulso electoral expresando públicamente su apoyo por el senador de Illinois. Siendo Obama el virtual ganador en términos de delegados de la carrera demócrata, es al establishment del partido al que hay que dar motivos para que el juego continúe o para pitar el final del partido.

Con estas reglas del juego, en Ohio, Tejas y Pensilvania, Clinton sacó lo mejor de sí misma en términos políticos para mantenerse viva. Obama, en cambio, sufrió los peores momentos de la campaña. Donde Clinton se ha convertido en una improbable pero exitosa heroína de la clase trabajadora, Obama se ha visto claramente herido por las declaraciones de su antiguo reverendo, el pastor Jeremiah Wright. La tendencia es la contraria a la que había hasta ahora. En estos momentos, Clinton crece y Obama mengua. Demasiado tarde para la senadora en términos de delegados electos, pero a tiempo para construir su argumento de que es a ella a quien los superdelegados deben votar porque Obama no logrará imponerse al republicano John McCain en las presidenciales de noviembre.

Indiana y Carolina del Norte son buenos ejemplos de este cambio en la tendencia. El alto porcentaje de negros en Carolina del Norte daba a Obama ventajas de dos dígitos en las encuestas no hace tanto.

Indiana, estado vecino de Illinois, también se consideraba favorable a Obama, aunque en menor medida. Sin embargo, en las últimas horas de campaña se habla de un reñida lucha en Carolina del Norte con ventaja de Obama y de una estrecha victoria de Clinton en Indiana gracias a la gran base electoral que descubrió en Ohio: la clase trabajadora blanca. "Estoy haciendo una campaña basada en una simple creencia: estas elecciones van de empleo, empleo, empleo", dijo Clinton en Indiana (ni rastro de Irak). En cambio, Washington es el mantra de Obama, al que sus armas habituales (más de 20.000 enfervorizados y jóvenes seguidores en Indianápolis el lunes; los negros) parecen no servirle para ganar con claridad.

Las encuestas a pie de urna son el punto de interés de los superdelegados , que buscarán indicios de si alguno de los candidatos amplía sus apoyos y pistas sobre como quién será mejor.