La violencia política de más alto voltaje volvió ayer a sacudir, conmocionar y poner en alerta a Estados Unidos. Un joven de 22 años, identificado por las autoridades como Jared Loughner, abrió fuego en un encuentro ciudadano organizado en Tucson por una congresista demócrata de Arizona, Gabrielle Giffords, y dejó a seis muertos y 18 heridos, incluyendo Giffords, que fue intervenida tras recibir al menos un disparo en la cabeza.

Al cierre de esta edición, la congresista, de 40 años, casada con un astronauta, había salido del quirófano y el neurocirujano Peter Rhee, que le operó en el University Medical Center de Tucson, adonde fue trasladada en helicóptero, se mostraba "muy optimista" sobre sus expectativas de recuperación. Rhee precisó que la herida de la congresista "cruzaba todo el cerebro". Entre las víctimas mortales se cuentan una niña de nueve años y John Roll, un juez federal nombrado por George Bush.

Giffords, que en las elecciones de noviembre rompió la ola de victorias republicanas en Arizona y logró su tercera elección para la Cámara de Representantes tras imponerse en un ajustado resultado a un candidato del Tea Party, Jesse Kelly, había recibido numerosas amenazas, según contó ayer a la CNN Sylvia Lee, una amiga de la congresista.

Su oficina fue una de las que sufrieron actos de vandalismo en marzo después de que se aprobara la ley de reforma sanitaria a la que Giffords, miembro del grupo de demócratas moderados blue dogs, había apoyado.

ESCUCHAR A LOS CIUDADANOS Ayer Giffords había organizado a las puertas de un supermercado en un suburbio en las afueras de Tucson el acto llamado El congreso en su esquina, con el que pretendía mostrar acceso directo a los ciudadanos y escuchar directamente sus preocupaciones.

En otro de esos actos con ciudadanos que organizó en el verano del 2009, cuando el debate sobre la reforma sanitaria estaba más encendido, un hombre fue detenido cuando una pistola que portaba se le cayó al suelo.

Según relató a The New York Times el doctor Steven Rayle, presente en el acto de ayer, la congresista estaba tras una mesa saludando a viandantes y a los clientes del supermercado cuando Loughner, "vestido desharrapado", se le acercó por la espalda, colocó un arma a unos 30 centímetros de su cabeza y empezó a disparar.

Varias personas del equipo de la congresista --al que inicialmente varios medios dieron por fallecida-- están entre los heridos. Los testigos hablaron de entre 15 y 20 disparos y Rayle identificó el arma usada como una semiautomática. Desde la oficina del sheriff del condado de Pima se explicó que el arma recuperada en la escena del crimen tenía un cargador ampliado, que permite tener más balas.

El joven echó a correr tras los disparos, pero fue interceptado por uno o varios viandantes, lo que facilitó que fuera arrestado. La policía no había informado al cierre de esta edición de los motivos de su ataque. No obstante, el cuerpo de policía del Capitolio instó de forma inmediata a los 535 miembros del Congreso a tomar precauciones "razonables". Una ola de condenas se desató por todo el país.

El presidente, Barack Obama, emitió un comunicado hablando de "una tragedia atroz". "No tenemos todas las respuestas todavía --rezaba el texto presidencial--. Lo que sabemos es que un acto de violencia tan terrible y sin sentido no tiene cabida en una sociedad libre".

Poco después Obama compareció personalmente ante la prensa en la Casa Blanca, explicó que está en marcha una investigación exhaustiva y anunció que había encargado al director del FBI, Robert Mueller, viajar personalmente a Arizona. Obama tuvo cálidas palabras de aprecio para Giffords. También John Boehner, desde esta semana el republicano más poderoso de Washington tras su llegada a la presidencia de la Cámara baja, condenó el ataque. "Actos y amenazas de violencia contra personas que se dedican al servicio público no tienen cabida en nuestra sociedad --denunció en su comunicado--. Este es un triste día para nuestro país".

PRECEDENTE El último congresista estadounidense tiroteado fue Leo Ryan, un representante de California que en noviembre de 1978 fue una de las cinco víctimas mortales de una matanza en Guyana, donde habían viajado para investigar a la secta dirigida por Jim Jones, que protagonizó en el país latinoamericano un masivo suicidio colectivo.