El inicio de las maniobras militares conjuntas de Corea del Sur y EEUU trajo ayer un susto mayúsculo. La flota estadonidense surcaba el mar Amarillo junto a la surcoreana cuando Pyongyang enseñó los misiles. Quedó en un amago. Mientras Seúl, Washington y Pyongyang se enfrascan en irresponsables juegos de guerra, Pekín intenta que negocien.

Las alarmas saltaron al mediodía, hora local. Pyongyang desplegaba misiles tierra-aire en su costa occidental, cerca de la frontera. Fuentes castrenses de Seúl aclararon que apuntaban a sus cazas de combate. Otros misiles colocados en sus rampas de lanzamiento parecían buscar la isla de Yeonpyeong, atacada el martes, lo que empujó a sus escasos habitantes a los búnkeres.

Cinco horas antes habían empezado las maniobras militares con fuego real con la incorporación a la flota surcoreana del portaviones USS George Washington , que alberga a 6.000 marineros, y 75 aviones de combate. Lo flanquean dos destructores y dos cruceros. También había aviones antisubmarino y aviones espía.

EEUU repite que tenía previstos estos ejercicios que enojan a Pyongyang y molestan a Pekín antes del ataque a la isla, pero solo informó de ellos el día posterior. Ayer, un oficial de la Junta de Estado Mayor reconoció que eran mayores de lo planeado. Se celebran en el mar Amarillo, cerca de la frontera que la ONU impuso de forma unilateral y que Pyongyang rechaza. Ayer volvió a amenazar con "golpes militares brutales" a quien viole sus aguas territoriales.

Hubo más sustos. Desde territorio surcoreano se escucharon detonaciones, que después Seúl aclaró que solo eran ensayos. En esta espiral de provocaciones la chispa puede prender en cualquier momento, así que conviene aclarar los malentendidos. Ayer, poco después de unos disparos en el lado surcoreano de la zona desmilitarizada que sirve de frontera terrestre, el mando militar llamó a su homólogo norcoreano para aclararle que habían sido accidentales. Aun quedan tres días de maniobras.

China perseveró en su frenesí diplomático con dos pesos pesados. Dai Bingguo, miembro del Consejo de Estado chino, y Wu Dawei, negociador de asuntos nucleares, se entrevistaron en Seúl con Kim Sung-hwan, ministro de Exteriores surcoreano. China propuso una reunión urgente de los países que integran las conversaciones a seis (ambas Coreas, China, Japón, EEUU y Rusia) para que Pyongyang sacrifique su programa nuclear por ayuda y reconocimiento.