Con la arrolladora victoria del domingo, el futuro presidente de Ecuador, el izquierdista Rafael Correa, alejaba ayer completamente del horizonte el temido fantasma de un crisis poselectoral "a la mexicana" y se preparaba para hacer valer la voluntad expresada en las urnas en un Congreso adverso.

Antes de que se conocieran los resultados, analistas y diplomáticos se preguntaban cuánto tiempo podría durar Correa en el poder en un país con una arraigada cultura conspirativa, con apenas un diputado y queriendo llevar adelante una Asamblea Constituyente que busca "barrer" con la vieja clase política.

Entonces, nadie imaginaba que ganaría con tanta contundencia. Con el 52% de las actas electorales escrutadas, el candidato de Alianza País obtenía el 67,03% de los votos, frente al 32,97% del magnate bananero Alvaro Noboa.

Varios partidos ya han mostrados su disposición a negociar con el nuevo presidente. Correa quiere renegociar la deuda externa y los contratos con las trasnacionales petroleras, entre ellas Repsol, alejarse de la sombra de los Estados Unidos y comenzar "pagar" la enorme deuda social.

Parte de la clase media de Quito festejó ayer en la calle el advenimiento del "Gobierno popular", con votos prestados de todo el arco político.