Las memorias del exprimer ministro británico Tony Blair vieron ayer la luz, provocando la reacción inmediata de los medios y, especialmente, de los laboristas británicos, quienes esperaban su publicación. La aspereza con la describe a su sucesor, el "desastroso" Gordon Brown --de quien sugiere que carecía de las cualidades para ser primer ministro porque "tiene una inteligencia emocional cero"--, pilló por sorpresa a más de uno. Aunque su relación "difícil, por momentos exasperante" con quien había sido su número dos no era ningún secreto.

Pocas conjeturas se habían podido hacer sobre el tono que Blair adoptaría en las 718 páginas de A Journey (Un viaje) , que por lo demás no contiene revelaciones extraordinarias. Se había impuesto un gran secretismo: no se habían distribuido copias para que los medios pudieran hacer su reseña ni se habían divulgado extractos. Con un estilo cándido y accesible, lo último que pretende Blair es aburrir al lector con datos y fechas: "Creo que la mayoría de los libros de memorias son fáciles de dejar a un lado", explica en la introducción. En cambio, ofrece el relato personal --"que no es objetivo, pero espero que sea justo", apunta-- de lo que supone ser un líder. Blair apela así a la benevolencia del lector británico cara a la rehabilitación de su maltrecha imagen. Al mismo objetivo consagrará los derechos de autor --empezando por los 5,6 millones de euros de adelanto--, cedidos a un centro para soldados heridos en combate.

Falta de planificación

Desde que dejó Downing Street, en el 2007, Blair ha desempeñado su labor en el exterior: entre otras funciones, como enviado del Cuarteto para Oriente Próximo. La primera presentación pública del libro se celebrará este sábado en Dublín, quizá un lugar donde uno de sus éxitos menos discutidos, el proceso de paz en Irlanda del Norte, es más apreciado.

Sobre Irak, el exprimer ministro insiste en que hizo lo correcto y en que "dejar al tirano Sadam Husein en el poder hubiera supuesto un riesgo mayor para la seguridad". Sin embargo, en un tono más humilde que otras veces, Blair admite que no previó el papel que desempeñaría Al Qaeda tras la caída del régimen y que faltó planificación de lo que ocurriría después de la invasión. Y también dice lamentar las consecuencias humanas del conflicto: "Me siento desesperadamente triste por las vidas perdidas, triste por las familias cuyo duelo se agudiza por la controversia de por qué murieron sus seres queridos".

"Autocompasión"

Pero inevitablemente, en el Reino Unido el foco de atención se centra en lo que dice de Gordon Brown. Las filas laboristas, inmersas en el proceso para escoger un nuevo líder, temían especialmente que Blair reabriera las rivalidades entre sus partidarios y los de su sucesor. El expremier reconoce a Brown no solo su capacidad intelectual, sino también su gestión como ministro de Finanzas. Aun así, dice que le sometía a unas presiones "implacables" y sugiere que su entorno maquinó para que la sucesión se acelerara.

La Esfera de los Libros lo publicará en castellano a principios del año que viene.