La Administración de Barack Obama se estrenó con la oferta a Rusia de apretar "el botón de reinicio" en las relaciones entre ambos países. Esta voluntad de tender puentes para evitar lo que en los coletazos de la era Bush se llegó a llamar una segunda guerra fría empezó a plasmarse ayer en Washington, capital que visitó el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov.

En un gesto de consideración poco habitual, Lavrov fue recibido en la Casa Blanca por Barack Obama sin ser un jefe de Estado ni de Gobierno. Antes, Lavrov se reunió con su homóloga, Hillary Clinton, y ambos mostraron su voluntad de "elevar la relación entre ambos países a un nuevo nivel", en palabras de la secretaria de Estado. Este nuevo clima se resume en la voluntad de renovar el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START en sus siglas en inglés).

Había muchos temas, y muchos de ellos polémicos y susceptibles de crear tensión, en la agenda de la visita de Lavrov a Washington, desde el reciente intento de golpe de Estado en Georgia del que Tiblisi acusa a Moscú hasta los últimos encontronazos entre el Kremlin y la OTAN (expulsión mútua de observadores con reminiscencias de espionaje incluidas). Pero la voluntad de ambos jefes de la diplomacia es que las dificultades no mancillen, por el momento, la voluntad de abrir una nueva fase de diálogo que Obama y el presidente ruso, Dimitri Medvedev, expresaron el pasado mes de abril en Londres.

Así, tanto Lavrov como Clinton coincidieron en afirmar que las diferencias que mantienen ambos países respecto Georgia no entorpecerán la negociación para renovar el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas que se firmó en el 1991 y que expira a finales de este año.

ACUERDO "Es una concepción desfasada decir que ya que estamos en desacuerdo en un tema, no podemos cooperar en otro asunto de una importancia capital. Esa no es nuestra forma de pensar", dijo Clinton. "La reducción de las armas estratégicas es una tarea demasiado importante para Rusia y EEUU como para que sea rehén de un régimen cualquiera", puntualizó Lavrov. La intención, pues, sigue siendo llegar a un acuerdo antes del mes de julio, que es el plazo que se marcaron Obama y Medvedev.

En su comparecencia conjunta ante la prensa ayer, Clinton y Lavrov coincidieron en afirmar que la proliferación de armas nucleares es un desafío que afrontan ambos países y en cuya lucha están dispuestos a colaborar. Es curioso que con el peso de la guerra fría a sus espaldas, sea la cuestión de las armas nucleares el tema en el que Moscú y Washington parecen estar más cercanos a trabajar de forma sincera. El resto de temas que marca la relación entre ambos países son de mayor enjundia y precisarán de algo más que buena voluntad y gestos para llevarlos a buen puerto, como por ejemplo cómo lidiar con las ambiciones nucleares de Irán o el escudo antimisiles en el este de Europa.

Desde el punto de vista de la Casa Blanca, corresponde a Moscú mostrar cierto aperturismo en sus relaciones con sus vecinos del este de Europa para responder a la mano tendida de Obama. La actual Administración sigue teniendo como objetivo que Ucrania y Georgia pasen a formar parte de la OTAN, una circunstancia que Moscú considera inaceptable.

Desde Washington se argumenta que la voluntad y el esfuerzo de Obama para reflotar unas relaciones que habían llegado a sus mínimos al final de la Administración de George Bush merece un gesto por parte de Medvedev y, sobre todo, del primer ministro, Vladimir Putin.

MENSAJES DE FIRMEZA Sin embargo, Moscú continúa enviando mensajes de firmeza, como es el caso de la expulsión de dos funcionarios de la OTAN de Moscú después de que la Alianza retirara las credenciales de dos enviados rusos y, sobre todo, su decisión de cancelar una reunión con la OTAN convocada para el 15 de mayo como protesta por los ejercicios militares de los aliados en Georgia.