Las esperanzas languidecen, no mueren; pero en algún momento alguien tiene que tomar la decisión de iniciar una nueva fase después de una catástrofe de la dimensión del terremoto de Haití. Ayer, fue el Gobierno haitiano el que dio oficialmente por terminada la etapa de búsqueda y rescate de supervivientes entre los escombros para abrir oficialmente la de ayuda a los supervivientes, justo horas después de que un equipo israelí rescatara con vida a Emmannuel Buso, un joven de 21 años que ha sobrevivido 10 días entre las ruinas de un edificio de dos plantas bebiendo su propia orina, y cuando un equipo francés conseguía, además, extraer de los escombros a otro hombre.

El decreto oficial no significa que vayan a abandonarse por completo las búsquedas. Es, simplemente, un procedimiento necesario para que algunos de los 67 equipos locales y llegados desde todo el mundo que han llenado Haití de más de 1.900 especialistas y 160 perros de rescate tengan vía libre oficial para abandonar su misión y regresar a sus países tras haber sacado con vida de entre las ruinas al menos a 133 personas. Si hay indicios de otros supervivientes quedarán equipos internacionales y locales, que no tirarán la toalla aún. Un grupo griego, por ejemplo, llegó ayer mismo al país.

UNA NUEVA FASE En la calle se hace evidente que Puerto Príncipe se encuentra ya, con decreto oficial o sin él, en otra fase. Los mismos camiones de basura que hace solamente una semana recorrían las calles cargando cadáveres --algunos incluidos en el recuento oficial de 120.000 víctimas mortales del terremoto que ayer facilitó el Gobierno, otros seguro que no--, hoy han regresado a su trabajo ordinario, visiblemente necesario.

Las puertas del hospital universitario de la Paz, uno de los 47 centros médicos oficiales fijos registrados en Puerto Príncipe (aparte de dos hospitales flotantes de EEUU y México y 11 clínicas móviles), no estaban ayer tan congestionadas como en jornadas anteriores. Y la distribución de comida y agua seguía su curso, lentamente, pero en marcha. El Programa Mundial de Alimentos reparte ya desde hace unos días arroz y aceite y ya no solo las galletas energéticas de los primeros días, y según su contabilidad más de 1.100.000 raciones han llegado a los haitianos.

En la calle cada vez menos gente pide comida cuando ve a un periodista extranjero. Y si la vida urbana tradicional parece regresar a la normalidad, el paseo por los campamentos de gente que ha quedado sin hogar sigue revelando señales de abandono y desamparo.

Los estadounidenses, que se han hecho cargo del mayor de esos campos de desplazados en la ciudad, que acoge a 50.000 personas en un secarral, se muestran satisfechos. Ayer era el primer día desde que llegaron, hace ya una semana, en que no repartieron entre 8.000 y 10.000 raciones de comida como hacían a diario (a las que se sumaban entre 200.000 y 300.000 botellas de agua). Pero era, según el capitán Jeff Zabala, porque Oxfam ha instalado un centro de ayuda en el campo.

El Ejército de EEUU va a arrancar en este campamento una nueva fase dando provisiones para toda una semana. Y si se le pregunta a Zabala si no temen que esa acumulación incentivará los robos dentro del campamento, apuesta por la esperanza. "Esperemos que no --dice--. Desde el primer día han venido a buscarnos líderes comunitarios que han surgido naturalmente dentro del campo para trabajar con nosotros, para ayudar, y parece que mantienen las cosas bastante bajo control".

GASOLINA Las reservas de gasolina garantizan ya combustible para los próximos 18 ó 19 días. El puerto está operativo al 50% e incluso ya trabaja en él un operador comercial privado.

Pero los avances, siquiera discretos, no impiden los retrocesos ni eliminan la dura realidad para las más de 600.000 personas que, según el recuento oficial, se han quedado sin hogar en la capital, ni para las decenas de miles de afectados en localidades como Jacmel o Leogane. En la primera localidad, hay serios problemas para dar refugio.

A la urgente necesidad de ayuda en el terreno de cuidados posoperatorios se suma ahora cierto temor de las autoridades sanitarias porque los hospitales que han tenido que realizar miles de amputaciones no han podido deshacerse en condiciones seguras para la salud de muchos de los miembros amputados.

Cansados de la lentitud en los procesos, más y más grupos y organizaciones no gubernamentales están ahora intentando saltar las burocracias y acceder directamente a la población para garantizar su supervivencia. Ayer un portavoz de Naciones Unidas imploraba a las oenegés que no intenten actuar por su cuenta y habló de un asalto a un convoy sin protección que intentó repartir ayuda en el barrio de Bel Air.

"Las cosas se van a empezar a mover a un ritmo más rápido, las cosas van a llegar", prometía ayer Vincenzo Pugliese, portavoz de la ONU. El problema, para muchos, es que son demasiados días de promesas mientras Haití sigue sin poder esperar.