Una brizna de optimismo irrumpió a última hora de ayer en la crisis interna palestina después de que Gaza viviera su jornada más sangrienta con media docena de muertos y una veintena de heridos, entre ellos cinco niños. Hamás y Al Fatá llegaron a un acuerdo, mediado por Egipto y confirmado por la presidencia palestina, para sacar a sus milicianos de las calles y crear una oficina de coordinación de las fuerzas de seguridad de ambos bandos.

El pacto se materializó tras el esperado discurso con el que el primer ministro islamista, Ismail Haniya, replicó a la convocatoria de elecciones del presidente, Mahmud Abbás, (alias Abú Mazen ). Haniya no aportó ninguna propuesta nueva que pueda desbloquear la parálisis institucional y el divorcio político con Al Fatá que ha disparado la violencia en las calles. El líder de Hamás volvió a insistir en la "inconstitucionalidad" de las elecciones, reconocida incluso por algunos dirigentes de Al Fatá, y advirtió casi como una amenaza de que el enfrentamiento actual es "resultado directo de la toma de decisiones sin consenso".

Su llamamiento a acabar con la violencia, al que se sumó el presidente palestino, estuvo precedido por la muerte de cuatro policías de Al Fatá y uno de Hamás, además de otro militante islamista. Todo ello en una jornada plagada de tiroteos que han hecho del alto el fuego del domingo en una broma pesada.

DISCURSO NO TELEVISADO Haniya pidió "contención y diálogo" en un discurso de hora y media --no emitido por la televisión pública, controlada por Al Fatá--, dedicado casi por completo a rebatir las acusaciones del presidente la semana pasada. Con un tono victimista, culpó a los nacionalistas de bloquear la formación de un Gobierno de unidad nacional y a EEUU de estar "detrás de un plan secreto para derrumbar al Gobierno".

Mientras, el miedo sigue apoderándose de la población en Gaza. Ayer muchas tiendas cerraron, la gente apenas salió de sus casas y varias calles aparecieron cortadas con bloques de hormigón y contenedores incendiados. Los enfrentamientos se sucedieron de forma intermitente. En las puertas del hospital de Shifa, militantes de Hamás y policías de Al Fatá batallaron durante casi una hora después de que los islamistas trataran de arrestar a un oficial del espionaje palestino que llegó herido al centro sanitario.

"MINISTRO DE LA TRAICION" Poco después, el brazo armado de Hamás atacó con granadas y morteros el cuartel general del espionaje. Como protesta, un grupo de policías ligados a Al Fatá pero dependientes del ministro de Interior de Hamás salieron a las calles para manifestarse y declarar que no obedecerán más órdenes del "ministro de la traición". Más despiadado fue el secuestro y posterior ejecución de dos miembros de la Guardia Nacional, cuerpo leal a Abú Mazen. Sus cadáveres fueron arrojados en plena calle.